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Los mejores finales de la historia del cine, ordenados

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Los mejores finales de la historia del cine, ordenados

Mensaje por pp4 »

Recopilamos algunas de las escenas finales más impactantes, sugerentes e icónicas de la historia del séptimo arte.
Saber acabar por todo lo alto es un arte que no todas las películas han podido conseguir. Por ello, destacamos las que sí: recopilamos algunos de los mejores finales de la historia del cine, a sabiendas de que faltarán muchos (la lista sería interminable) y que cada cinéfilo tiene sus favoritísimos que quizás no encuentre en esta lista (y a esos les animamos a que nos lo cuenten en nuestras redes sociales). Aun así, los que comentamos aquí, de 'Psicosis', a 'El resplandor', de 'Toro salvaje' a 'Boogie Nights', de 'Lost in translation' a 'Retrato de una mujer en llamas', de 'El Padrino' a 'Vengadores: Infinity War', son indiscutiblemente finales impactantes, emotivos, ingeniosos, sugerentes, misteriosos e icónicos que no nos cansamos de ver. Finales que no nos dejaron indiferentes y que recordaremos durante mucho tiempo.

En esta lista no podrían faltar, por ejemplo, finales como el de 'El planeta de los simios' (Franklin J. Schaffner, 1968), en el que toda una aventura (protagonizada por Charlton Heston) se pone en perspectiva por primera vez para descubrir su secreto mejor guardado. También está el de otro clásico, 'Lo que el viento se llevó' (Victor Fleming, 1939), que tiene además una de las mejores frases finales de la historia del cine. ¡Final legendario por partida doble! Para Scarlett O'Hara mañana será otro día, y para los protagonistas de 'Con faldas y a lo loco' (Billy Wilder, 1959) nadie es perfecto, pero hay otros finales que carecen de todo ese optimismo: estad todos preparados para que los desenlaces de películas como la impactante 'Bailar en la oscuridad' (Lars von Trier, 2000) o la desgarradora 'La lista de Schindler' (Steven Spielberg, 1993) os rompan el corazón. ¿Listos?

Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964)

Antes de 'La La Land' estuvo 'Los paraguas de Cherburgo', y el final de la de Jacques Demy es mucho más devastador. Esta película francesa de los 60 es un musical con todas las de la ley: cada palabra que se dice está cantada, y entre sus melodías (compuestas por el maravilloso Michel Legrand) navegamos en la historia de amor frustrada de dos jóvenes, Genèvieve (Catherine Deneuve) y Guy (Nino Castelnuovo). Cuando él tiene que partir para cumplir con el servicio militar, las vidas de los tórtolos se separan para siempre. Bueno, hasta esta última escena. Ahora él trabaja en una gasolinera, donde ella entra como clienta sin saber a quién se iba a encontrar. Unas pocas palabras y cae la bomba: la niña que espera en el coche es la hija de ambos, concebida en la última noche que pasaron juntos antes de la separación. Entre ellos hay un anhelo jamás resuelto que nos deja con un sabor amargo. Trágico final para uno de los mejores musicales de la historia del cine.

Seven (David Fincher, 1995)

No quieres saber lo que hay en la caja, Brad Pitt. Esta, una de las mejores películas de David Fincher, nos muestra a dos detectives de la policía, el joven Pitt y el veterano Morgan Freeman, mientras siguen la pista de un asesino en serie que les está trayendo muchos quebraderos de cabeza. El criminal se acaba revelando en la forma de Kevin Spacey, con el que vivirán una de las escenas finales más intensas de la historia del cine. Y todo por una caja. O, más bien, por lo que hay dentro de ella: la cabeza de Gwyneth Paltrow, la novia del joven detective que acabará perdiendo la cabeza ante esta revelación y pegándole un tiro en la cabeza al asesino, convirtiéndose así en un criminal en sí mismo. Tampoco es que podamos culparle.

El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950)

Vivir en una ilusión, estilo Norma Desmond. Este clásico de Billy Wilder nos regaló a este mítico personaje, una vieja gloria del cine mudo que se niega a aceptar que su tiempo ha acabado en Hollywood. Cuando un joven escritor entra en su vida, se propone sacar adelante con él un proyecto que la devolverá a lo más alto de la industria. Pero lo que acabará en arrestada por asesinato. Ahora bien, el modo en que consiguen que se entregue a la policía no podía ser más épico: simulando un rodaje de Cecil B. DeMille, que la hace bajar las escaleras como toda una estrella hasta pronunciar la famosa frase de "Cuando quiera, señor DeMille, estoy lista para rodar".

Muerte en Venecia (Luchino Visconti, 1971)

La música de Gustav Mahler se ha quedado para siempre grabada en nuestro cerebro gracias al monumental final de 'Muerte en Venecia'. La película del italiano Luchino Visconti es una crónica de la decadencia de las clases altas en la Venecia de principios del siglo XX, donde acude un compositor alemán (Dirk Bogarde) para vivir la última etapa de su vida. Casi como una señal divina, se encuentra con un adolescente con el que se obsesiona. Su juventud, su belleza, su seguridad. Podría ser un ángel de la muerte que se le aparece por las esquinas para llevárselo en cualquier momento. Y lo hará en una impactante última escena en la playa del Lido veneciano: Bogarde observa al joven dentro del agua, a contraluz, como una aparición, y su cuerpo empieza a colapsar. Una gota de tinte de su cabello le cae por la cara y anuncia su muerte.

El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)

Sin duda, uno de los finales más impactantes de la historia del cine, acompañado de los gritos desesperados de Charlton Heston. Y es que, como veremos, se da cuenta de que ha estado equivocado durante toda la película. Él es un astronauta que aterriza por error en un planeta desconocido en el que las tornas se han cambiado entre los simios y los humanos: los primeros dominan la vida y la instituciones, mientras los segundos son animales sin siquiera la capacidad de hablar. El protagonista huye de este lugar en el que le tenían atrapado para descubrir, a orillas de una playa, que no estaba en ningún planeta desconocido, sino en La Tierra del futuro. Y lo entiende al ver la Estatua de la Libertad semienterrada en la arena. Desde luego, uno de los mejores giros de guion de la historia del cine.

All that jazz (Bob Fosse, 1979)

Los finales, si son trágicos, mejor con música. Bob Fosse narra en esta película una versión alterada de su vida como coreógrafo y cineasta (interpretado por Roy Scheider), llevada al extremo de sus adicciones y travesuras sexuales. Cuando su cuerpo llega al límite y la muerte está a la vuelta de la esquina, el director nos sumerge en una traca final de diez minutos en forma de musical de Broadway, con el protagonista cantándole por última vez al mundo del espectáculo que tanto ama a pesar de los pesares. "Adiós vida, adiós felicidad, hola soledad, creo que voy a morir", canta, rodeado de luces y bailarines y ritmo. Menuda manera más apoteósica de cerrar una de las mejores películas de los años 70.

Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959)

El amor todo lo puede. Esa es la divertida lección que nos deja el final de esta mítica comedia de Billy Wilder, en la que dos músicos de poca monta (Jack Lemmon y Tony Curtis) se infiltran en una banda femenina vestidos de mujer para escapar de unos matones que les persiguen. El amor surgirá entre uno de ellos y la cantante del grupo (Marilyn Monroe), y finalmente huirán juntos en barco pilotado por un millonario que está empeñado en casarse con el otro, creyendo que es una mujer. "No podemos casarnos", le dice, hasta que, cansado de que insista, se quita la peluca y le revela que en realidad es un hombre. Su respuesta ha pasado a los anales del séptimo arte: "¡Nadie es perfecto!". No hay duda de que es una de las mejores comedias de todos los tiempos.

Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010)

La saga de 'Toy Story' en su conjunto es increíble (de las mejores películas de Pixar, claro), pero ninguna de sus películas nos hizo llorar tanto como la tercera entrega. Primero, con la escena en la que Woody y sus amigos casi mueren calcinados y lo afrontan cogidos de las manos. Y segundo, cuando sobreviven a esa situación de peligro, el final. Y es que la última escena de la película es, en realidad, una despedida: Andy, que ya está crecidito y se va a la universidad, deja sus juguetes en manos de la pequeña Connie. Esa última mirada desde el coche a esos juguetes que le han acompañado durante toda su infancia es demoledora. Un cierre de ciclo y un paso agigantado de una generación hacia la edad adulta.

E.T. el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982)

"Estaré aquí mismo". Son las últimas palabras que E.T., el extraterrestre más querido de los 80, le dedica a su amigo Elliot. Su amistad se desarrolla en este clásico popular y una de las mejores películas de Steven Spielberg, que nos muestra cómo este alien aterriza en la Tierra y se pasa toda la película intentando llamar por teléfono y volver a casa. Entre persecuciones en bicicleta y divertidos gags, llega el emocionante final, la despedida que rompió el corazón a los niños de la época. El famoso dedo se ilumina, pronuncia las palabras míticas y se sube con su maceta en la nave que le llevará por fin de vuelta al hogar. ¡Que lluevan las lágrimas!

El padrino (Francis Ford Coppola, 1972)

¿Puede un final resumir en cuestión de segundos el viaje de un personaje? Desde luego, 'El padrino' (ampliamente considerada una de las mejores películas de la historia del cine, si no la mejor) se acercó mucho con este magnífico plano final, en el que Michael Corleone (Al Pacino) ha sido engullido por fin, y no sin resistencia, en los asuntos criminales de su familia. Francis Ford Coppola adaptó la novela de Mario Puzo sobre una familia de mafiosos liderados por Vito Corleone (Marlon Brando) que se enfrentan a las amenazas de otros clanes en la ciudad de Nueva York. Michael, uno de sus hijos, se había mantenido al margen con su mujer Kate (Diane Keaton), pero finalmente las circunstancias le apuntan como el heredero del negocio. La última escena nos lo muestra: Kate le observa desde la distancia mientras unos hombres entran en su despacho y le besan la mano, como veíamos al principio con su padre, con la reverencia de quien se dirige al jefe. Uno de ellos se acerca a la puerta y la cierra, dejándonos con la incertidumbre en la cara de la mujer y el fundido a negro que marcó el final de una de las mejores películas de todos los tiempos.

Carol (Todd Haynes, 2015)

Cómo nos gustan los amores imposibles que acaban bien. El que protagonizan Rooney Mara y Cate Blanchett, basado en una novela de Patricia Highsmith, está lleno de obstáculos. Enamorarte de alguien de tu mismo sexo no era algo muy bien aceptado en la Norteamérica de los años 50. Tras sus muchos altibajos, volvemos a la misma escena con la que empezaba la película: ambas en un restaurante, mirándose intensamente a los ojos. Blanchett se va, dando la historia por acabada, pero Therese toma por fin la decisión de apostar por lo que tienen juntas y va en su busca. En esa última escena de 'Carol', lo que vemos es cómo se miran a través del abarrotado local, sabiendo que su historia está, por fin, a punto de despegar.

Las noches de Cabiria (Federico Fellini, 1957)

Qué grande es Giulietta Masina. En esta película del maestro italiano Federico Fellini, la actriz interpreta a una prostituta llamada Cabiria que ejerce su profesión en una de las zonas más pobres de Roma. Su vida es pequeña, pero sus sueños son grandes: quiere amar y ser amada, quiere vivir según sus ideales y no perder jamás la ilusión. Y es difícil. Tras toda una historia de abusos, desencuentros y decepciones, Cabiria llega a este último paseo en la noche, con una expresión de derrota en la cara que va cambiando poco a poco a medida que la gente a su alrededor baila, canta y se divierte. Sus lágrimas y sus sonrisa en los últimos segundos de película son oro puro.

Origen (Christopher Nolan, 2010)

La de teorías que ha generado esta peonza que vemos en la última imagen de 'Origen' de Christopher Nolan. La película se centra en las habilidades del protagonista (interpretado por Leonardo DiCaprio) para sumergirse en el mundo de los sueños, espacios imprevisibles dentro de las mentes de las personas donde se esconden secretos valiosos que él y su grupo necesitan encontrar. Esta peonza es la que marca si siguen dentro del sueño o no: si rueda sin parar es porque es un sueño, si rueda hasta que acaba cayendo según las leyes naturales es que estamos en la realidad. Es por eso que el final nos deja con la duda, porque corta a negro antes de que podamos ver si cae o no. Hay un cierto balanceo, pero nadie puede asegurarlo. Un final tremendamente enigmático, de esas películas que te dejarán pensando después del final.

Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939)

A Clark Gable le trae sin cuidado lo que vaya a hacer Vivien Leigh después del 'The End' de 'Lo que el viento se llevó'. De hecho, francamente, le importa un bledo. Una frase mítica que escuchamos en la escena final de la película de Victor Fleming, un clásico inamovible de la historia del cine. Para llegar a este momento de desprecio, han pasado muchas cosas: varias bodas, una guerra, familias en bancarrota, promesas de no pasar más hambre y resurrección de una protagonista que no se ha rendido ni un solo segundo, pero a la que sus caprichos han acabado por dejar sola en una gran mansión. Suyas son las últimas y desesperadas palabras del final, repitiendo una vez más su mantra: "¡Mañana será otro día!".

Vértigo (de entre los muertos) (Alfred HItchcock, 1958)

Y todo por culpa de la monja. Este clásico de Alfred Hitchcock, considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine, tiene un final a la altura. En 'Vértigo (de entre los muertos)' conocemos a un detective atormentado (James Stewart) que se enamora de la mujer que tenía que vigilar, Madeleine (Kim Novak), y, cuando ésta muere en extrañas circunstancias, la obsesión se apoderará de él. Tras encontrar a otra mujer que es la viva imagen de la fallecida e intentar convertirla en su fantasía, ambos acaban en lo alto del campanario donde ocurrió la primera tragedia. Y la historia se vuelve a repetir, pero ahora de verdad: Madeleine, que fingió su muerte la primera vez, ahora sí que cae asustada por la presencia de una monja entre las sombras que probablemente confundió con un ángel de la muerte. Y con los sonidos de las campanadas, se acaba la película.

Casablanca (Michael Curtiz, 1942)

"Presiento que este es el comienzo de una gran amistad". Con esta mítica frase terminaba uno de los clásicos más recordados, 'Casablanca', protagonizada por Humphrey Bogart y Ingrid Bergman. Es, también, una de las mejores películas de amor de todos los tiempos. Cuando los enamorados se han despedido y asumen que lo suyo es un amor imposible, el propietario del Rick's café se sumerge en la niebla frente a un futuro incierto acompañado del oficial Louis. Un final para enmarcar.

Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979)

Posiblemente uno de los finales más sorprendentes del cine, en una película que también se cuenta entre una de las grandes de su historia. Cómo no, la dirige Andrei Tarkovsky, un cineasta imprescindible que nos sumergió en un lugar conocido como La Zona donde se estrelló un meteorito y ahora solo se puede acceder de forma segura con un guía de habilidades especiales. En sus abandonados y mágicos espacios pasamos toda la historia, acompañando a sus personajes en busca de respuestas, pero el final está reservado para la hija del protagonista y la revelación de sus poderes psíquicos. Para nuestra sorpresa, la niña mueve los vasos con la mente, en un plano estático que da fin a la película y nos deja con la sensación de haber visto algo único en su especie.

Centauros del desierto (John Ford, 1956)

Para finales míticos, el que nos dejó el maestro John Ford en este clásico, uno de los mejores westerns de la historia del cine. La misión ha terminado para el protagonista: Ethan (John Wayne) se propuso rescatar a su sobrina de las garras de los comanches, aunque por el camino descubrió que ella no se sentía tan secuestrada. Aun así, la devuelve a su hogar, y vemos cómo toda la familia se adentra en la casa y la cámara mira desde dentro al exterior. El marco de la puerta forma una especie de portal a un lugar muy alejado, a la soledad en la que vemos al héroe, que no osa cruzar el umbral y reunirse con sus allegados. No, él sigue siendo un vaquero solitario, así que se da la vuelta y se va, hasta que la puerta se cierra y nos deja a oscuras. Un final legendario.

La La Land: La ciudad de las estrellas (Damien Chazelle, 2016)

¿Qué hubiese pasado si...? La gran pregunta. ¿Cómo hubiese sido nuestra vida si hubiésemos tomado una decisión distinta, si hubiésemos tomado otro camino, si hubiésemos elegido a otra persona para compartir nuestra vida? Eso es lo que ocurre al final de 'La La Land: La ciudad de las estrellas' de Damien Chazelle, cuando los protagonistas (Emma Stone y Ryan Gosling) se encuentran después de algunos años y de pronto se desata una especie de 'flashback' de posibilidades que nunca fueron. La música, los decorados, la estética... Todo funciona a la perfección para convertirnos en un mar de lágrimas y dar a la película el cierre perfecto.

Anticristo (Lars von Trier, 2009)

Probablemente una de las mejores películas de Lars von Trier, y, como es costumbre con el danés, llena de provocaciones, violencia, mensajes ocultos y sorpresas. Desde la primera escena (los protagonistas, interpretados por Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg, practican sexo en la ducha mientras su hija se lanza desde una ventana y muere) hasta la última, que incluimos en esta lista, esta película es completamente impactante. En ella, la pareja intenta superar esta trágica pérdida, pero el sentimiento de culpa y los problemas matrimoniales que ya traían les acabarán comiendo. El final acaba en sangre, pero luego hay un epílogo: Dafoe se despierta en mitad del bosque y ve cómo decenas de mujeres sin rostro suben a su encuentro entre los árboles. Saquen sus propias conclusiones.

¡Átame! (Pedro Almodóvar, 1989)

Uno de los finales más icónicos del cine español, y una de las mejores películas de Pedro Almodóvar. En esta película, un joven (Antonio Banderas) obsesionado con una actriz (Victoria Abril) con la que una vez mantuvo relaciones decide secuestrarla, provocando la búsqueda desesperada de su hermana Lola (Loles León), que en seguida nota su ausencia. Estos líos acabarán a bordo de un coche, sin resentimientos y mucho amor, y con una canción legendaria: 'Resistiré'. Los protagonistas escuchan, cantan, tararean y se emocionan con este tema que apela a seguir adelante pase lo que pase, resistir por muchos golpes que te dé la vida. Un final emotivo y perfecto.

First Cow (Kelly Reichardt, 2021)

Este magistral western 'indie' de Kelly Reichardt coronó la lista de las mejores películas de 2021. Lo hizo gracias a un retrato increíblemente sensible y calmado de una amistad entre dos hombres que quieren sobrevivir en el mundo de los cowboys sin pegar tiros o retarse en duelo. Más bien, lo suyo es cocinar dulces de leche. En el final del filme, ambos son perseguidos y acaban gravemente heridos. Se sientan uno al lado del otro con la idea de descansar un momento antes de continuar con la huida. Pero entonces conectamos con el inicio de 'First Cow', en el que Alia Shawkat encuentra dos esqueletos colocados de la misma forma que vemos a los protagonistas en la última imagen de la película. No sabemos a ciencia cierta que son ellos, pero el impacto que deja esa asociación circular del filme es sobrecogedora.

Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003)

"Me encantó bailar contigo". Son las últimas palabras de esta emotiva película de Isabel Coixet que siempre nos arranca las lágrimas. Selas dedica la protagonista, Ann (Sarah Polley), al hombre con el que ha compartido momentos mágicos en las últimas semanas (Mark Ruffalo), en una de las muchas cintas de audio que ha dejado preparadas para todos sus allegados. Ann se está muriendo (de hecho, cuando llega esta última escena, lo terrible ya ha sucedido) y decide hacer una lista de las cosas que nunca hizo y que ahora, antes de irse, quiere cumplir. Quizás no acabe tachando todos los puntos de esa lista, pero vive un viaje emocional increíble que sabe a despedida. El final encapsula todo lo que es y lo que ha aprendido. Películas para llorar en estado puro.

Cisne negro (Darren Aronofsky, 2010)

Hay finales que explotan por acumulación. En una de las mejores películas de Natalie Portman, la actriz se llevó hasta la extenuación (y hasta el Oscar a Mejor Actriz) en esta película de Darren Aronofsky, en la que interpreta a una bailarina de ballet intentando clavar su papel protagonista en 'El lago de los cisnes'. La perfección la obsesiona tanto que su cabeza empieza a crear una realidad alternativa en la que otra bailarina de la compañía (Mila Kunis) está compitiendo para quitarle el puesto, pero al final veremos que su peor enemiga era ella misma. Tras apuñalarse durante la función, sube al escenario y, como el personaje que interpreta, cae en picado hacia la muerte. Eso sí, fue perfecto.

Lost in translation (Sofia Coppola, 2003)

Uno de los grandes misterios no resueltos de la historia del cine: ¿qué le susurra al oído Bill Murray a Scarlett Johansson en la última escena de 'Lost in translation'? Después de encontrarse en la abarrotada soledad de Tokio y vivir aventuras juntos para olvidar sus penas, los dos protagonistas se despiden con un momento de intimidad precioso, que no solo conforma uno de los grandes finales del cine, sino también uno de los más enigmáticos.

Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961)

Aunque cambió por completo el desenlace de la novela de Truman Capote en la que se basa, es innegable que el final de 'Desayuno con diamantes' está lleno de magia. La enigmática Holly Golightly (Audrey Hepburn) se ha negado a aceptar todo este tiempo sus sentimientos por su vecino (George Peppard), que supondrían un cambio en sus planes vitales, pero al final de la historia se dejará llevar por la pasión en un escenario curioso: su gato sin nombre se escapa bajo la lluvia y ambos lo buscan desesperadamente en un callejón. Con el minino a salvo, ambos se funden en un beso húmedo que pone punto al icónico filme de Blake Edwards.

Vengadores: Infinity War (Hermanos Russo, 2018)

¿Es demasiado pronto para considerar al final de 'Vengadores: Infinity War' como uno de los más impactantes de entre las mejores películas de superhéroes de la historia? Desde luego, hizo falta valor por parte de los hermanos Russo de convertir a gran parte del elenco en polvo. En el fondo todos sabíamos que era algo temporal (y lo comprobamos en 'Vengadores: Endgame'), pero eso no quiere decir que no fuese igualmente impactante ver cómo, tras el chasquido del malvado Thanos con el Guantelete del Infinito, personajes tan queridos como Spider-Man, Black Panther, Bucky Barnes, Doctor Extraño, Star Lord o la Bruja Escarlata (además del 50% de la población mundial) se desvanecían en el aire. Un momento traumático que se vivió en silencio en las salas de cine y se cuenta entre uno de los finales más sorprendentes de la lista.

Ordet (La palabra) (Carl Theodor Dreyer, 1955)

No estábamos preparados para la sorpresa que tiene reservada el final de 'Ordet'. Esta obra maestra de Carl Theodor Dreyer tiene en vilo hasta el mismísimo final su pulso entre la fe y el escepticismo. En el filme, conocemos a Johannes, un estudiante de Teología que se identifica con Jesucristo y confía en el poder de la palabra sagrada aunque todos a su alrededor, incluso su propia familia, le tomen por loco. Pero será al final, tras toda una trama de desavenencias familiares y conflictos personales, cuando se haga el milagro: Inger, la esposa de uno de sus hermanos, resucita de entre los muertos en una escena que quita el aliento. Un milagro.

Un tipo serio (Joel Coen y Ethan Coen, 2009)

Hay finales que nos abocan a la desesperanza. Los hermanos Coen no tuvieron piedad con los espectadores en esta película ambientada en los años 60, en la que cuentan cómo se derrumba poco a poco la vida de un profesor de física (Michael Stuhlbarg), a pesar de que él es no solo "un tipo serio", sino una buena persona en general. Pero las desgracias no van en función de los méritos, por mucho que creamos en el karma. Después de que su mujer le abandone, pierda su casa y se multipliquen los problemas en el trabajo, llegamos a un punto en el tramo final en el que todo parece volver a su sitio. Pero mejor no ponerse demasiado cómodo: acaban diagnosticándole una enfermedad terminal y su hijo, que también ha estado sufriendo desgracias, ve cómo un tornado se acerca peligrosamente a su instituto. Es el último plano de la película. Una auténtica mirada al precipicio.

El club de la lucha (David Fincher, 1999)

Este precioso plano pone punto y final a la famosa película de David Fincher, adaptación de la novela de Chuck Palahniuk que se ha convertido en toda una obra generacional para muchos y una de las mejores películas de los años 90. En la última escena vemos la culminación de todo el trabajo que han hecho los protagonistas, el Proyecto Mayhem, que destruye todos los rascacielos de la ciudad en una estrategia antisistema y anticapitalista. Suena 'Where is my mind?' de The Pixies y Edward Norton y Helena Bonham Carter se cogen de la mano observando el caos. "Me has conocido en un momento extraño de mi vida", le dice él, y no hace falta que lo jure.

El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)

Una foto nos da la sorpresa al final de esta película de Stanley Kubrick, aunque muchos se quedaron pensando en qué significaba realmente. Basada libremente en la novela de Stephen King (y que contamos entre los mejores thrillers psicológicos), nos muestra el encierro de una familia en el Hotel Overlook, aislado por la nieve y acechado por fuerzas malignas que llevan a la locura a Jack Torrance (Jack Nicholson), que intentará matar a su mujer y su hijo. Como veremos, no consigue su objetivo y queda perdido en mitad del laberinto de los jardines del hotel, muerto por congelación. Pero entonces llegamos a la última imagen: un lento 'zoom in' hacia una foto colgada en la pared, en la que vemos a un grupo de gente de celebración y al mismísimo Jack en el centro. La foto data de 1921. ¿Cómo es posible? ¿Es así como representa que el hotel ha absorbido su alma? ¿Estamos ante una reencarnación? ¿O una paradoja temporal?

Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995)

¿Quién es Keyser Soze? La gran pregunta de 'Sospechosos habituales' no se responderá hasta el final, y de una manera muy curiosa. La película de Bryan Singer cuenta las investigaciones de cinco sospechosos por el incendio de un barco, que provocó una gran cantidad de fallecidos. Pero cuando nos acercamos al desenlace nos damos cuenta de que toda la historia que hemos escuchado en boca de Kevin Spacey (superviviente del suceso y única fuente de información de la policía) es probablemente mentira. Y es que él es, probablemente (porque tampoco se acaba de confirmar del todo), el responsable de todo este lío. Un final absolutamente confuso que obliga a los espectadores a revisar todo lo que pensaban que sabían sobre la historia.

¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946)

Sí, qué bello es vivir, pero no es hasta la escena final que el protagonista interpretado por James Stewart aprende esta valiosa lección. Su intento de suicidio le llevó en un viaje mágico: ver cómo sería la vida de sus seres queridos si él no estuviese con ellos. Un cuento de Navidad que no caduca, porque nos recuerda, como al personaje, que la vida es demasiado valiosa como para renunciar a ella. Una de las mejores películas de Navidad de todos los tiempos.

2001: Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968)

Insuperable final de esta aclamada cinta, una de las mejores películas de Stanley Kubrick, que alcanzó la cumbre de la ciencia ficción interespacial un año antes de que el ser humano pisase la luna. Basada en la novela de Arthur C. Clarke, nos lleva desde el inicio de la prehistoria (cuando los monos evolucionan en homínidos) hasta los misterios que esconde el universo mediante viajes espaciales, todo ello alterado por un monolito que parece aparecer en lugares clave para la evolución humana. El final nos muestra al protagonista en unas instalaciones futuristas muriendo en la cama y, de alguna forma, pasando el testigo a un nuevo tipo de ser humano, una nueva evolución, que vuela en forma de bebé hacia La Tierra. Uno de los finales más debatidos y analizados de la historia.


Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004)

Aunque toda la trilogía de Richard Linklater conforma una de las historias más longevas y aclamadas de la historia (desde que dos jóvenes se conocieron en 1995 en 'Antes del amanecer' hasta que se convirtieron en un matrimonio que hace aguas en 2013 en 'Antes del anochecer'), es la segunda entrega, 'Antes del atardecer', la que nos da el final más icónico. Céline (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke) se han reencontrado nueve años después de su noche en Viena y han vuelto a conectar. Ahora él tiene que volver a casa, pero parece que se lo está pensando. Suena Nina Simone y Delpy baila en su apartamento. Se miran intensamente. "Creo que vas a perder ese avión", dice ella. "Lo sé", dice él. Y no necesitamos más datos para saber que esta vez no se van a separar, que esta vez lo van a intentar.

Bailar en la oscuridad (Lars von Trier, 2000)

En materia de finales impactantes, Lars von Trier sabe lo que se hace. Y el que se marcó en 'Bailar en la oscuridad' rozó la crueldad más impactante. Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, cuenta cómo una inmigrante checa (interpretada por la cantante Björk) que trabaja en Estados Unidos, disfruta de los musicales de Hollywood y se está quedando irremediablemente ciega se ve involucrada en un crimen y la acaban condenando a muerte. La última escena es, como podríamos esperar, su ejecución: un horrible, desolador y explícito momento que se cuenta entre los finales más implacables del cine.

Beau travail (Claire Denis, 1999)

Después de toda una película llena de disciplina, represión y precisión de un grupo de soldados y sus entrenamientos, este final no puede leerse más que como una genial liberación. Al ritmo de 'Rhythm of the night' de Corona, Galoup (Denis Lavant) se deja llevar por la música en una discoteca que hemos visto varias veces antes en la historia, pero que ahora está completamente vacía para él. ¿Quizás es porque está muerto (le hemos visto unos segundos antes acostado en la cama con un arma en el pecho) y esto es una representación de que ahora por fin es libre de todo lo que le arrastraba? Claire Denis no nos lo deja claro, y no hace falta: es una escena final magnética.

Bonnie y Clyde (Arthur Penn, 1967)

Una de las primeras películas que empezó a mostrar los signos del Nuevo Hollywood fue esta, que cuenta con uno de los finales más sorprendentes e implacables del cine de la época. Todos sabíamos la historia de Bonnie (Faye Dunaway) y Clyde (Warren Beatty), dos jóvenes enamorados que se dedicaron a robar y matar a través de los Estados Unidos, y que acabarían acribillados a tiros por las autoridades. Y así, tal cual, es como nos lo muestra Arthur Penn, en un final tremendamente violento donde los protagonistas se despiden con una última sonrisa antes de morir.

La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993)

Curiosamente, el gran final de esta gran película de Steven Spielberg no se encuentra en la ficción, sino en la realidad. El filme cuenta la historia de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó miles las vidas de miles de judíos que hubiesen acabado en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. La última escena, sin embargo, ya no tiene actores ni escenarios, sino que nos traslada al cementerio real en el que se encuentra la tumba de Schindler. Uno a uno, las personas que salvó décadas atrás colocan piedras como reconocimiento. Un final que pone los pelos de punta.

Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994)

Una de las películas más queridas de los 90 debía tener un final tan feliz y reconfortante como este. La adaptación de Frank Darabont de la novela de Stephen King sigue encandilando a los espectadores por su profunda humanidad, que nos recuerda lo preciada que es la libertad. En ella, dos presos, uno novato (Tim Robbins) y otro veterano (Morgan Freeman), entablan una amistad entre abusos, conflictos y monotonía carcelaria. Una historia increíble que nos lleva hasta la fuga del primero y el cumplimiento de sentencia del segundo. El final está dedicado a su reencuentro: lo suyo no fue una amistad circunstancial, sino que su vínculo es muy profundo. La última escena nos muestra sus caras de alegrías al verse en una playa paradisíaca, donde seguro que vivirán grandes momentos juntos.

Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941)

Una de las palabras más icónicas del cine es 'Rosebud'. La escuchamos en los primeros segundos de 'Ciudadano Kane', la aclamada ópera prima de Orson Welles considerada una de las mejores películas de la historia del cine, y lo mejor es que no sabremos realmente lo que significa hasta el final. El filme cuenta la historia del magnate de la comunicación Charles Foster Kane (Welles), que conocemos a través de las investigaciones que se llevan a cabo tras su repentina muerte. Esa última palabra se convierte en un enigma para el mundo, ¿y qué quiere decir? 'Rosebud' es el nombre del trineo con el que le vemos jugar en una escena de su infancia, antes de que le separen de su familia para llevarlo a la gran ciudad. Es, pues, una representación de su infancia, de aquel momento (seguramente el último) en el que fue genuinamente feliz e inocente. Vemos el trineo entre todas sus posesiones, y lo vemos extinguirse entre las llamas antes de llegar al 'The End'.

Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019)

La última de Pedro Almodóvar puede contarse entre una de sus mejores películas, y también una de las más personales. Antonio Banderas interpreta a su alter ego, Salvador Mallo, un director de cine en el ocaso de su vida que recuerda su pasado para poder seguir mirando al futuro. El final cierra perfectamente la reflexión de la historia de una manera sorprendente: en la última de las escenas que vemos entre un joven Salvador y su madre (Penélope Cruz), alguien grita "¡Corten!" y vemos que les rodean cámaras, micrófonos y todo un equipo humano. Es un rodaje, un ejercicio de metacine en el que vemos al propio Almodóvar salir de entre las sombras y sacar a los espectadores de la ilusión antes incluso de que se enciendan las luces en la sala de cine. Desde ya, una de las mejores películas españolas del siglo XXI.

Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969)

Los fuera de ley Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid (Robert Redford) llegan a la encrucijada final de sus vidas como ladrones en un final muy parecido al de 'Grupo salvaje'. La reflexión es: bueno, estamos en una situación imposible de la que probablemente no salgamos vivos, pero lo importante es morir con dignidad, morir matando. Así, después de exhibir por última vez el sentido del humor que vemos durante toda la historia, así como la relación tan armónica que comparten, los dos vaqueros se aferran a sus armas y salen corriendo de su escondite listos para enfrentarse a sus enemigos. Una muerte segura, pero que no vemos porque el plano queda congelado. Una imagen icónica de los dos personajes, a los que, parece decirnos George Roy Hill, hay que recordar con la épica.


El graduado (Mike Nichols, 1967)

Hay finales que no necesitan palabras, porque los silencios son más ensordecedores. Este clásico de Mike Nichols nos cuenta la historia de un joven posuniversitario (Dustin Hoffman) que empieza una relación sexual con una amiga de la familia, la señora Robinson (Anne Bancroft), que es mucho mayor que él. La cosa empezará a complicarse cuando conozca a su hija, Elaine (Katharine Ross), y se enamore de ella, un sentimiento que le llevará a irrumpir en su boda en la última escena de la película y pedirle que se fugue con él. Y lo hace. Pero lo interesante llega justo después. Salen corriendo del recinto de la boda y se suben al autobús. Se sientan detrás y se quedan mirando al horizonte. El silencio les come. ¿Han hecho una locura? ¿Se han equivocado? ¿Qué demonios van a hacer ahora? El alargado silencio entre ambos es atronador, y lo convierte en uno de los mejores y más agridulces finales del cine. También una de las mejores películas de Dustin Hoffman.

Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)

Menudo monólogo interno para acabar una de las mejores películas de la historia del cine. Alfred Hitchcock nos contó la historia de Norman Bates (Anthony Perkins), gerente de un motel junto a la carretera junto a su inválida madre. Pero pronto descubriremos, tras la icónica muerte en la ducha de Janet Leigh, que hace tiempo que la anciana está muerta y que su espíritu ha sido invadido por el propio Bates, que tiene una constante batalla interna con la presencia dominante de la matriarca. En la escena final, detenido en las dependencias policiales, el joven repasa la estrategia en su cabeza mientras su madre toma el control por completo: "Me quedaré quieta para que digan: ¡pero si no fue capaz de matar ni a una mosca!".

El tercer hombre (Carol Reed, 1949)

Qué final tan simple y devastador el de esta película británica de Carol Reed. Basada en la novela de Graham Greene, nos presenta a Holly Martins (Joseph Cottens), un norteamericano que llega a Viena para encontrarse con un amigo de la infancia, Harry (Orson Welles), que, para su sorpresa, acaba de morir en un accidente. Lo cierto, como veremos, es que estaba implicado en el mercado negro, buscado por la policía y, en realidad, no está muerto. Holly, a pesar de lo que quiere su enamorada Anna (Alida Valli), ayuda a la policía a atraparle y, ahora sí que sí, acabará muerto. La última escena de la película ocurre tras su (segundo) funeral. Holly espera a Anna para hablar con ella y arreglar las cosas. Pero Anna camina lentamente frente a él sin pararse, sin mirarle siquiera, con un desprecio absoluto. Y con ese prolongado y amargo plano termina la película.

La niebla (Frank Darabont, 2007)

Quizás esta película de Frank Darabont no convenciese a todo el mundo, pero podemos estar de acuerdo en que el final es uno de los más devastadores que se recuerdan. Basada en una novela de Stephen King, plantea una situación en la que una extraña niebla en la que habitan monstruos ha aterrorizado a la población, que permanece escondida para sobrevivir. Pero un grupo de estos refugiados, liderados por David (Thomas Jane), deciden lanzarse a la carretera y entrar en la niebla, pero el plan les sale mal: el coche se queda sin gasolina a medio camino y deciden acabar con sus vidas antes de que los monstruos lo hagan por ellos. El protagonista hace los honores, disparando a todos los pasajeros, incluido su hijo de ocho años. Pero las balas se han acabado y solo él queda con vida. Entonces descubrirá el terrible error que han cometido: todo este problema se originó por un experimento fallido del ejército, que acaba de recuperar control de la situación y recogiendo a todos los afectados. Es decir: que si se hubiesen quedado quietecitos en el lugar donde estaban escondidos, en cuestión de minutos les hubiesen rescatado. Sus gritos de desesperación cierran la película.

La red social (David Fincher, 2010)

La película que nos mostró qué hay detrás de Facebook. Dirigida por David Fincher y con un guion de Aaron Sorkin, nos muestra a un joven y exasperante Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) en pleno proceso de desarrollar una red social mientras estudiaba programación en Harvard. El resultado será una auténtica revolución para las comunicaciones vía internet, algo que le ganará tantos aliados como enemigos. Convertido en el billonario más joven de la historia y creador de un producto que cambió la vida del planeta tal y como la conocíamos, Zuckerberg acaba en la película de una manera tan sencilla como reveladora: frente a un ordenador, actualizando una y otra vez la página de Facebook de su exnovia (Rooney Mara), a la que vimos rompiendo con él en la primera escena. Al final, las mayores frustraciones de la vida siguen intactas por muchos millones que se tengan en la cuenta corriente.

Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959)

Un 'travelling' para el recuerdo. La ópera prima de François Truffaut, una de las películas fundacionales de la Nouvelle Vague, nos contó la historia de un niño de catorce años, Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), que se encuentra atrapado entre los problemas matrimoniales de sus padres, la necesidad económica y los conflictos en la escuela. Después de ver a su madre con otro hombre, entra en una espiral de mentiras y frustración del que solo podrá salir de una manera: viendo el mar por primera vez. Así lo organiza con la ayuda de un amigo, y ese es el clímax final de la película: Antoine corriendo por la playa seguido de la cámara de Truffaut. Al llegar a la orilla, se da la vuelta con una expresión confusa. Ahí no estaban las respuestas que andaba buscando. El niño mira a cámara y la imagen se congela, como si le hubiese atrapado. Un final legendario.

¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004)

En el final de esta película de Michel Gondry, parece que todo vuelve a empezar. Con un estilo visual único y gran cantidad de saltos temporales y episodios oníricos, el cineasta cuenta la historia de amor entre dos personas (Jim Carrey y Kate Winslet) que parecen destinadas a no entenderse. Para ahorrarse el dolor, acuden a una clínica futurista que puede borrar todos los recuerdos que tienen el uno del otro, pero él se arrepentirá e intentará detener este proceso en el que los buenos momentos que han pasado juntos desaparecen de su memoria. Cuando llegamos al final, ambos vuelven a encontrarse. Lo han olvidado, pero perciben que hubo algo entre ellos. Por eso ella se muestra reticente a volver a intentarlo a pesar de la química que comparten. Y él contesta un "Vale" que parece decir "No me importa". ¿El amor se abre camino?

Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007)

Nada nos había preparado para el final de esta increíble película de Paul Thomas Anderson, un estallido de violencia que pone fin a la película con la adrenalina por los aires. Adaptación de la novela de Upton Sinclair, cuenta la historia de un emprendedor, Daniel Plainview (una de las mejores películas de Daniel Day-Lewis), que encuentra un yacimiento de petróleo en la Texas de 1902, convirtiéndose en un adinerado magnate al que no le faltan enemigos. Uno de ellos es, curiosamente, el predicador del pueblo (Paul Dano), que intenta impedirle que se apodere de un segundo pozo de petróleo cerca de su iglesia. La tensión entre los dos personajes llega a su punto álgido en esta escena final, en la que Plainview estalla al conocer sus verdaderas intenciones (money, money, money) y le mata de una paliza. Una escena cruda, violenta e impactante.

El rey león (Rob Minkoff y Roger Allers, 1994)

El ciclo de la vida marcó el inicio y el final de esta mítica película de animación de la factoría Disney, que nos sumergió en un 'Hamlet' animal lleno de traiciones desgarradoras y viajes de autodescubrimiento. Del Hakuna Matata a las noches del amor, la película nos lleva a un final que emula la primera escena, ahora con un nuevo rey en la sabana africana que toma por fin el relevo de su padre y vuelve a poner en funcionamiento el ciclo vital. ¡Y ese golpe final! ¡Épico! No podía ser menos una de las mejores películas de animación de la historia del cine.

Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019)

El prolongado plano final de 'Retrato de una mujer en llamas' está lleno de emoción. Céline Sciamma captura la reacción de Heloïse (Adèle Haenel) sentada en un palco exclusivo, sola, disfrutando de la música que viene del escenario (y que no vemos). Un momento de profunda soledad en la que deja escapar sus sentimientos ante la atenta mirada al otro lado de la sala de su examante, Marianne (Noémie Merchant), a la que no ve. Ambas compartieron un romance prohibido y hace tiempo que se separaron, pero todos los elementos que componen este final, desde este plano hasta el secreto escondido en su retrato, nos confirman que su conexión sigue intacta.

Rocky (John G. Avildsen, 1976)

"¡ADRIAAAAAAN!". Mítico final para una película igualmente mítica, en la que Sylvester Stallone creó al personaje de Rocky Balboa como actor y guionista. Aspirante a ser uno de los mejores boxeadores del país, Balboa consigue su gran oportunidad casi por casualidad y se enfrenta al campeón, Apollo Creed (Carl Weathers), después de muchas sesiones de entrenamiento en Filadelfia y el flirteo con su enamorada, Adrian (Talia Shire). El final, que coincide con el final del combate entre ambos boxeadores, es apoteósico: el protagonista gana durante unos segundos y luego acaba siendo anunciado como perdedor, pero el público está con él y sus gritos van dedicados a Adrian, que corre hasta el ring para abrazarle. Este será el principio de una saga que aún dura hasta nuestros días.

Thelma & Louise (Ridley Scott, 1991)

Libertad o muerte. No hay término medio para las protagonistas de esta película de Ridley Scott, dos amigas convertidas en fugitivas. Thelma (Geena Davis) y Louise (Susan Sarandon) estaban divirtiéndose en un bar de carretera cuando un hombre intenta violar a la primera y la segunda la salva pegándole un tiro. Asustadas por las consecuencias y hartas de sus vidas, escapan juntas en coche hasta que la policía las acaba acorralando frente a un acantilado. Pero ellas no quieren ir a la cárcel: solo quieren ser libres. Se cogen de las manos y conducen lo más rápido hacia el vacío. La imagen del coche volando por los aires y encaminándose a una muerte segura conforma uno de los grandes finales de la historia del cine. Una de las mejores películas feministas de la historia.

Tiempos modernos (Charles Chaplin, 1936)

Es una de las películas más queridas de Charles Chaplin, y el final nos da pistas de por qué: ante todo, hay que sonreír a la vida. La película retrata la odisea por la supervivencia de un hombre en estos tiempos modernos, entre fábricas con cadenas fordianas hasta manifestaciones que acaban en prisión. En el camino conoce a una chica huérfana con la que se unirá en su dura tarea de seguir adelante en este mundo nuevo y loco que tienen en frente. El final es una cápsula de esperanza: cuando ella está a punto de rendirse, él la anima y ambos caminan, con sonrisa obligada, hacia el primer día del resto de sus vidas.

Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980)

Película emblemática del Nuevo Hollywood, y una de las mejores películas de Martin Scorsese, 'Toro Salvaje' nos dejó un final con mucha nostalgia. Jake La Motta (Robert de Niro), un boxeador que, en su camino hacia el éxito, se encuentra con obstáculos como la fama, las presiones de la mafia, un matrimonio en decadencia y su propio carácter extremadamente violento. Tras toda una historia de altibajos, Martin Scorsese nos presenta a un La Motta tardío que se ha reinventado en monologuista. En el último plano de la película, se encuentra frente al espejo del camerino antes de salir al escenario y recita un monólogo que nos suena: son las mismas palabras que pronunció Marlon Brando en la película 'La ley del silencio' de 1954. Una referencia muy simbólica, y que sale de la boca de De Niro con una naturalidad pasmosa. Después unos cuantos puñetazos al aire y palabras de ánimo para sí mismo y fin. Un final para la historia.

Whiplash (Damien Chazelle, 2014)

Pocos finales hemos vivido en los últimos años tan adrenalínicos como este. Y eso que esta no es una película de acción ni un thriller ni una de aventuras. El nervio de Damien Chazelle en los últimos momentos de 'Whiplash' es tremendo. La película nos ha mostrado el vía crucis de un batería (Miles Teller) por alcanzar la perfección y vivir el jazz lo más intensamente posible, algo que se ha convertido en una necesidad bajo el liderazgo de su estricto profesor (J.K. Simmons). Tras testificar contra él anónimamente y conseguir que le despidan por abuso, ambos se encuentran y el profesor le invita a tocar con su banda, pero es una trampa: sabe que él fue quién testificó y le ha traído al escenario para humillarlo tocando una canción que no tenía ensayada. Pero el joven está dispuesto a demostrar que tiene lo que hay que tener, y se marca el solo de batería más increíble nunca visto en el cine.

Cinema paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988)

Tú también lloraste con el final de 'Cinema paradiso', no lo niegues. Esta película de Giuseppe Tornatore cuenta la historia de un niño que crece en la sala de cine de su pueblo junto a un entrañable proyeccionista. Pero la vida sigue su curso, y ahora es un director de cine de mediana edad que hace tiempo que dejó atrás su hogar. Cuando vuelve, encuentra una película formada por todos los besos censurados de las películas que proyectaba junto a su amigo ahora fallecido. Amor al cine, amor a la vida. Por algo todo el mundo ama 'Cinema Paradiso'.

Pickpocket (Robert Bresson, 1959)

Este clásico francés de Robert Bresson cuenta la historia Michel (Martin LaSalle), un carterista que aprende el oficio junto a los mejores más como un hobby que como una forma de ganarse un sustento. Tras lidiar con los problemas con las autoridades que su "profesión" le acarrea y estar fuera del país durante varios años, Michel vuelve a París y descubre que su amiga Jeanne (Marika Green) ha tenido un hijo, pero no se casó con el padre y ahora está sola. Para ayudarla vuelve a delinquir, y, ahora que por fin lo hace por una razón de peso, le pillan. La última escena nos muestra al protagonista encarcelado, y dándose cuenta por fin de sus sentimientos por Jeanne, que va a visitarle. Sus caricias a través de las rejas forman un momento tan hermoso como trágico.

Deseando amar (Wong Kar Wai, 2000)

"Antiguamente, si alguien tenía un secreto que no quería compartid, ¿sabes qué hacían? Subían una montaña, buscaban un árbol, hacían un agujero en él y susurraban el secreto dentro. Luego lo cubrían con barro y dejaban el secreto allí para siempre". Es lo que escuchamos en los momentos finales de 'Deseando amar', la obra maestra de Wong Kar Wai, y luego lo veremos: Chow (Tony Leung), que ha compartido con Li-Zhen (Maggie Cheung) la amargura de que sus respectivas parejas les engañasen y ha acabado enamorándose de ella, visita un templo abandonado y susurra el secreto de su amor dentro. La pareja no acaba junta, pero el anhelo (quizás el sentimiento más importante de la película) queda latente en este sugerente final. Es, también, una de las películas más visualmente increíbles del cine.

La boda de mi mejor amigo (P.J. Hogan, 1997)

Uno de los grandes finales que nos ha regalado el género de la comedia romántica, y también uno de los más diferentes. Sí, la historia acabará en una boda, pero no en la de la protagonista. El personaje de Julia Roberts (una de sus mejores películas) ha intentado por todos los medios arruinar el compromiso entre su mejor amigo (Dermot Mulroney), del que está enamorada, y su novia (Cameron Díaz), pero el verdadero amor ha prevalecido sobre sus argucias. En la última escena, ya de celebración, Roberts está sola y triste, y de pronto suena el teléfono. Es su mejor amigo (Rupert Everett), que le revela que está al otro lado de la sala de la forma más genial posible. "Piensas, ¡qué demonios! La vida sigue. Quizás no habrá matrimonio. Quizás no habrá sexo. Pero por Dios, seguro que habrá baile". Suena por segunda vez 'I say a little prayer' y el mundo es un poco más feliz.

La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978)

Un chocante final convertido en meme para las nuevas generaciones. Esta nueva versión de los ladrones de cuerpos, firmada por Philip Kaufman, nos cuenta cómo unos microorganismo alienígenas se han instalado en La Tierra e invaden a la gente convirtiéndoles en personas completamente distintas. Llegados al final, cuando creemos que el protagonista (Donald Sutherland) se ha librado de ser uno de ellos, le vemos cruzarse con una compañera (Veronica Cartwright) y apuntarla con un terrorífico grito para revelar que ella sigue siendo humana. Y que, en consecuencia, él ya no lo es. Todo un giro de guion que Kaufman reservó hasta el último segundo.

La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971)

En una película llena de escenas chocantes y crítica social, el final no podría quedarse corto. ¿Las personas pueden cambiar su verdadera naturaleza? En esta película de Stanley Kubrick, ambientada en un futuro no determinado, Alex (Malcolm McDowell) lidera un grupo de aficionados a la ultraviolencia, sus drugos, con los que siembra el caos por la ciudad, desde palizas a personas sintecho hasta violaciones múltiples a mujeres. Hacia el final, es sometido a un tratamiento de rehabilitación y recibe una soberana paliza, algo que parece haberle redireccionado en el buen camino y algo que un gobierno altamente cínico quiere utilizar en su beneficio. Así lo muestra la entrada de cámaras de televisión en la habitación de hospital donde se recupera, ¿una suerte de crítica a la hipocresía de los políticos? Como suele ocurrir con Kubrick, las reflexiones pueden ser varias y cada uno tiene que hacer las suyas, pero si algo nos queda claro es que Alex no dejará de ser el monstruo que era.

Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986)

Adaptación de una de las mejores novelas de Stephen King, esta película ochentera de Rob Reiner nos dejó las emociones a flor de piel hasta la última escena. En ella, un escritor pone en palabras uno de los episodios que mejor recuerda de su infancia: la primera vez que vio un cadáver. Sus amigos y él fueron en su busca cuando se enteraron de dónde estaba y en ese viaje conocemos un poco más sobre sus ambiciones, sus sueños y deseos de escapar del pequeño pueblo en el que viven. Es precioso cómo recuerda aquellos tiempos, cómo lo pone en palabras y, finalmente, cómo aprende de todo ello. "Nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los doce años. Cielos, ¿acaso alguien sí?".

Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999)

"¿Qué podemos hacer?", le pregunta Tom Cruise a Nicole Kidman en el final de 'Eyes Wide Shut', un demoledor retrato de un matrimonio en decadencia que no encuentra la solución a sus problemas. En la escena final, después de algunas noches de lo más surrealistas, deciden despertar de esos "sueños" que han experimentado e intentarlo de nuevo. Y, de hecho, ella tiene una idea de cómo hacerlo. "Hay algo muy importante que debemos hacer lo antes posible", le dice a su marido. ¿El qué? "Follar". Punto y final.

Mulholland Drive (David Lynch, 2001)

Una de las mejores películas de nuestro siglo, y posiblemente también una de las más confusas. Esta obra maestra de David Lynch reflexiona sobre los sueños que se truncan en Hollywood de aquellos artistas que llegan para triunfar. La historia empezará con los éxitos de una recién llegada (Naomi Watts) y la relación que desarrolla con una desconocida que necesitaba ayuda (Laura Harring), pero, a mitad de película, descubrimos la verdad: toda esta felicidad era solo un sueño, y la realidad es mucho más dura. El club Silencio marca un antes y un después, y el final nos muestra cómo aquella actriz que estaba llamada a grandes cosas se queda en nada. Sola y desgraciada, acaba acechada por sus demonios (y los misterios marca Lynch que no sabemos qué significan exactamente) mientras recuerda, en los últimos segundos, la mejor vida que había soñado.

Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997)

El final de 'Boogie Nights' tenía una gran sorpresa guardada para el final. Una muy grande. La película de Paul Thomas Anderson nos sumerge en los comienzos del cine porno en Estados Unidos, a finales de los años 70, junto a un joven (Mark Wahlberg) que promete dar alegrías en la gran pantalla. No tardará en convertirse en todo un fenómeno gracias a sus atributos, entre los que se cuenta un miembro de grandes dimensiones que se nos oculta durante todo el filme para mantener el misterio. Pero la última escena tira todo eso por la borda y nos muestra al protagonista frente a un espejo practicando un discurso y dándose ánimos (como Robert de Niro en 'Toro Salvaje'), hasta que se levanta de la silla y se saca el pene. "Soy una estrella", repite incesantemente, y no le vamos a contradecir.
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Re: Los mejores finales de la historia del cine, ordenados

Mensaje por gingerlynn »

Spoiler en toda la regla :lol: :lol:
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pp4
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Re: Los mejores finales de la historia del cine, ordenados

Mensaje por pp4 »

gingerlynn escribió: Mié, 22 Jun 2022, 10:37 Spoiler en toda la regla :lol: :lol:
:bt: No se digas a nadie :west:
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