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La Segunda Guerra Mundial en primera persona

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La Segunda Guerra Mundial en primera persona

Mensaje por pp4 »

La Segunda Guerra Mundial en primera persona

Que los grandes acontecimientos bélicos (y entiéndase lo de grandes solamente por su magnitud y duración) han sido terreno abonado a las historias personales, de héroes a su pesar, de anécdotas minúsculas que devendrían mayúsculas… es un hecho. Un retornado, con honores, Mel Gibson a la silla de director lo corrobora con ‘Hasta el último hombre’, o cómo un objetor de conciencia se convirtió en un galardonado soldado sin ni siquiera tocar un arma de fuego. De gente, y sucesos semejantes, como él versa esta galería.



Hasta el último hombre (Mel Gibson, 2016)

Una de las películas más importantes de la temporada , una total obra maestra que confirma de nuevo el talento de Gibson como director. El repudiado Gibson, durante una década, tanto como actor como realizador, aprovecha un encargo, se va a Australia con un presupuesto no demasiado elevado y pare una película llena de rabia, de emotividad, de dolor, de sangre y de heroísmo íntimo. Un film en el que está hablando de sí mismo: ¿o no es ese objetor de conciencia, vilipendiado y maltratado por sus convicciones religiosas, un alter ego del propio director?


Por el valle de las sombras (Cecil B. De Mille, 1944)

El megalómano De MIlle sintió la necesidad de ayudar a su país en guerra y, en 1944, filmó en el seno de la Paramount una superproducción que se centró no en una gran gesta militar o en una serie de grandes batallas, sino en la figura de un médico, un investigador sobre zoobacterias, el doctor Wassell (un Gary Cooper, ideal, como en ‘El sargento York’, para humanizar a estos personajes), quien ayudó a un grupo de soldados heridos y enfermos norteamericanos a escapar de los japoneses por las junglas del Pacífico.


Objetivo: Patton (John Hough, 1978)

Si el multioscarizado ‘Patton’ de Franklin J. Shaffner era un nada complaciente retrato de un militar casi dictatorial, un iluminado con sombras fascistas en su patriotismo de salón, este apéndice en su biografía no autorizada fantasea (aunque utilizando numerosa documentación desclasificada) con ciertas teorías sobre su muerte, acaso fruto de un complot dentro de su propia guarda de corps. Ejemplo de la anécdota dentro del gran río de historias sobre la Segunda Guerra Mundial, ‘Objetivo: Patton’ muestra a militares corruptos, robo de oro y un plan tan minucioso como el que se llevó por delante a JFK, para eliminar al general haciendo que pareciera un accidente.


MacArthur, el general rebelde (Joseph Sargent, 1977)

Junto a ‘La batalla de Midway’, de Jack Smight, el dueto de bélicos setentero de unos directores que siempre estuvieron a punto de ser grandes y se quedaron en simpáticos artesanos. Con este biopic del general MacArthur (Gregory Peck dándolo todo por la causa… o por si caía un oscar), concretamente de su campaña en las Filipinas contra los japoneses, se intenta hacer algo parecido a ‘Patton’. No se consigue, pero eso creíamos en su estreno español. Más tarde descubrimos que la distribuidora, en aras a dejar más corto el film y que se pudieran hacer más sesiones en los cines, había recortado casi media hora de metraje. En el fondo se trata de una historia sobre el valor y la cobardía mucho más en términos de ética o psicología que de entretenimiento bélico.


Regreso del infierno (Jesse Hibbs, 1955)

Audie Murphy, con su aspecto de niño bueno bajito, fue el soldado más condecorado durante la Segunda Guerra Mundial. Medallas al valor por su entrega y su destreza para matar al enemigo sin ningún tipo de preocupaciones (en su decadencia en los años 60 se cargaría a uno de sus acreedores con un bate de béisbol con la misma tranquilidad). Lógico que tras ser recibido como un héroe, Hollywood terminara reclutándole como actor, principalmente en westerns. Su mejor trabajo es precisamente su propia biografía bajo fuego enemigo: ‘Regreso del infierno’, una salvajada de película de guerra que incluso pasa de la anécdota de todas esas misiones y arrebatos suicidas que le llevaron a ser el primero en subir y conquistar colinas sangrientas, a dejar, como si tal cosa, pinceladas psicoanalíticas de su inestable carácter violento durante y después de la contienda.


Escrito bajo el sol (John Ford, 1957)

John Ford estuvo en la guerra. Filmó y coordinó filmaciones sobre los sucesivos escenarios de la guerra contra el Eje. También les dedicaría ficciones que, no siendo tan memorables como las erigidas para la caballería del siglo XIX, no dejan de tener interés (‘They were expendables’ , por ejemplo). Donde más cómodo se sintió (en ‘Escala en Hawai’ se las piró del rodaje tras pelearse a puñetazo limpio con Henry Fonda) fue explicando la historia de superación de un amigo: Frank “Spig” Wead. Pionero y as de la aviación, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial, Wead sufrió un accidente doméstico que le postró en una cama de hospital. Con el tiempo volvería a andar y a reconducir su carrera escribiendo novelas, obras de teatro y guiones cinematográficos… para John Ford. John Wayne es Wead en este film intimista, con humor, y que tiene su epílogo en el alistamiento, ya veterano, del personaje a bordo de un portaaviones en la Segunda Guerra Mundial.


Rommel, el zorro del desierto (Henry Hathaway, 1951)

Una de las obsesiones del prolífico y casi siempre excelente (‘Arenas de muerte’ le salió un pestiño, lo siento Henry) Hathaway fue la figura del mariscal alemán Rommel, figura a la que dedicó dos films tan antagónicos como éste, curiosamente hecho seis años después del fin de la guerra (¡y hablando bien de un enemigo desde Hollywood!) y el setentero y muy loco ‘Comando del desierto’. Aun estando en el bando enemigo, el estratega y caballeresco Rommel (aquí un James Mason ad hoc) no es tratado como un monstruo y sí como alguien que se enfrentó, dentro de sus posibilidades, a la locura de Hitler.


Comandante Prien U-47 (Harald Reinl, 1958)

La derrota en la Segunda Guerra Mundial y mucha vergüenza y sentimiento de culpa (también de orgullo herido) hizo que el luego reconstruido cine alemán no se atreviera a hablar de su participación en el conflicto bélico. Tendría que llegar el fin de la década de los 50 para la aparición de títulos críticos y revisionistas (‘El puente’, de la que hablaremos dentro de poco)… y también de algunos que, siendo algo críticos, levantaban la cabeza desde el cine más comercial y popular y hablaban con algo de triunfalismo de sus olvidados héroes. Ese fue el caso de este biopic sobre un as de la guerra marítima, concretamente a bordo de un submarino, un comandante que hundió más barcos norteamericanos y aliados que nadie. Fue un éxito en Alemania… y en España.


Yo fui el doble de Montgomery (John Guillermin, 1958)

Otra de esas leyendas urbanas bélicas que corrieron como la pólvora en su momento y que, vía un libro publicado por el interesado, descubrimos que no era tan leyenda y sí una realidad… salvo que no volvieran a vender la moto. La idea de los dobles de los altos dignatarios durante la guerra estuvo siempre sobre la mesa de los cuarteles generales (dobles de Hitler, de Churchill, Roosevelt…), fuera por motivos de seguridad o por motivos de estrategia. Este entretenidísimo film firmado por un John Guillermin a punto de instalarse en Hollywood habla de cómo un actor fue utilizado como sosias de Montgomery en aras a despistar al enemigo y poder acelerar la caída tanto del frente africano como la de Europa. John Mills está soberbio en su doble rol.


Ha llegado el águila (John Sturges, 1976)

Si el caso del doble de Montgomery se sustenta en el libro publicado por el interfecto, en ‘Ha llegado el águila’ se juega bastante con la ficción (estamos ante la adaptación de un best seller de ficción, la mar de divertido y adictivo), a pesar de que se conocen y están documentados varios planes nazis para secuestrar o asesinar al primer ministro británico Winston Churchill (como parce que también había lago de verdad en la anécdota –ese cazador que tuvo a tiro a Adolf Hitler- en ‘El hombre atrapado’ de Fritz Lang). Testamento de John Sturges, ‘Ha llegado el águila’ es una excelente película con su comando alemán infiltrado en un pueblecito inglés a la espera de dar caza al orondo Winston.


Cartas desde Iwo-Jima (Clint Eastwood, 2006)

La, digamos (aunque no sea del todo así) cara B complementaria a la también de Clint Eastwood ‘Banderas de nuestros padres’. Infinitamente mejor que la morosa y aburrida versión del triunfo USA en Iwo-Jima que había firmado con colores vivos, su visión desde el lado japonés llena de grises sí que sabe ahondar en la dualidad y la crueldad de la guerra. Llena de escenas poseedoras de una gran poesía en su dureza y violencia, aquí sí que el veterano Eastwood sabe reconocerse en el otro, en el enemigo, manufacturando un alegato antibelicista mucho mejor entendido que el de ‘El francotirador’.


El sexto héroe (Delbert Mann, 1961)

Dentro de su fracasada farragosidad, ‘Banderas de nuestros padres’ lo tenía ya bastante crudo para hacer, pese a su supuesta denuncia de lo que es o no es el heroísmo y su ataque a los políticos y mass media (mucho mejor expresado en la reciente ‘Sully’) una película sobre la toma de Iwo-Jima que la que hizo en 1961 el artesanal Delbert Mann con Tony Curtis de protagonista. Curtis es el soldado, de origen nativo-americano (indio, vamos, que con la corrección política nos hemos vuelto todos tontos), que estuvo allí, que levantó la famosa bandera inmortalizada en una fotografía pero que se vio postergado, marginado y olvidado por su raza.


El puente (Bernhard Wicki, 1959)

La gran película bélica alemana (hasta que a principios de los 80 se estrenara ‘El submarino’ de Wolfgang Petersen, claro) tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial y la que sirvió como una especie de acto de contrición ante esa misma Alemania y ante el mundo. Pero ojo, en su alegato sobre el sinsentido de la guerra mostrado en las personas de esos casi niños reclutados a la desesperada por el ejército nazi para defender un absurdo puente, no deja de haber cierto triunfalismo y orgullo en/de la derrota. Nunca te fíes de un alemán armado, que diría John McClane. La televisiva ‘Hijos del Tercer Reich’ les salió mucho mejor.


La gran evasión (John Sturges, 1963)

El cine bélico sobre la Segunda Guerra Mundial había pasado de la inmediatez propagandística de los años 40, en pleno conflicto, a una introspección psicológica muy interesante en la década de los 50. Ya en los 60, a pesar de que hubiera muestras de esa intensidad dramática crítica, todo se tornó el superespectáculo en gran pantalla, los repartos corales y los metrajes de casi tres horas. Aun perteneciendo a esa corriente, ‘La gran evasión’ apuesta por otra cosa y se va a un campo de prisioneros para documentar, con muchas licencias dramáticas, la espectacular huida de esos recluidos oficiales y soldados, en su mayoría británicos (la película pone a un par de norteamericanos porque es una producción USA) que realmente sucedió. Todo un clásico sobre la naturaleza humana, acaso el mejor retrato de personas/personajes dentro del género.


Garbo, el espía que salvó al mundo (Edmon Roch, 2004)

Otra nota a pie de página en los libros de texto, esta vez por razones obvias (mantener el anonimato de un personaje decisivo en el éxito del desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944), pero que como nadie ya recuperaba de la bruma de los tiempos, llegó el bueno de Edmon Roch , que quería hacer un film de ficción, pero como eso era muy caro, pues se contentó con un documental que tiene más ritmo, emoción y suspense que muchas otras películas de ficción. Asombrosa la figura de este español, nombre clave Garbo, y sus juegos malabares en esas arenas movedizas de la WWII. ¿Para cuándo una serie, de ficción, al respecto?


El almirante (Andrei Kravchuk, 2008)

En los tiempos del estalinismo más de plomo (y sangriento), los films bélicos soviéticos no tuvieron nada que envidiar a los que realizaron los nazis unos pocos años antes para exaltar su régimen y su supremacía sobre los demás ejércitos habidos y por haber. Tuvo que caer el muro de Berlín y el comunismo para que el nuevo cine ruso fuera igual de triunfalista (esta superproducción le encanta a Putin más que aquel ‘Soviet: la respuesta’, el Rambo bolchevique, al Politburó) pero más moderado con este biopic del militar Aleksandr Vasilevich, de su ostracismo durante el comunismo y de su gestas en las diversas guerras mundiales. Se estrenó cortadísima en España.
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