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Las películas más peligrosas de la historia

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Las películas más peligrosas de la historia

Mensaje por pp4 »

A veces, una película deja de ser sólo película para convertirse en el enemigo público número 1. Estos estrenos, si bien no estuvieron a punto de provocar una guerra mundial, sí dieron unos cuantos problemas.


La naranja mecánica (1971)

Es uno de esos hitos de principios de los setenta que ayudaron a expandir las fronteras de la representación en el cine, pero quizá pagó un precio muy alto por ello. Stanley Kubrick acabó pidiendo a Warner Bros. que retirara la película de los cines británicos tras una ola de sensacionalismo que, de alguna manera, intentaba atribuir la responsabilidad de una serie de crímenes aislados a una supuesta influencia maligna que Alex y sus drugos proyectaban sobre la sociedad. Amenazas de muerte enviadas a la dirección postal de la familia Kubrick y rumores sobre una escalada de violencia contra vagabundos convirtieron a 'La naranja británica' casi en un tabú para el público inglés, que sólo pudo acceder a ella sin complicaciones en 1999, tras la muerte del director. Tampoco fue fácil verla en España durante los años posteriores a su estreno: se proyectaba solamente en el Cid Campeador de Madrid, en un único pase vespertino para el que ni siquiera se podían vender todas las butacas. Algo relacionado con su categoría especial de arte y ensayo. Al menos, la sesión de ultraviolencia a ritmo del divino Ludwig Van se mantuvo en cartel durante un año.



El triunfo de la voluntad (1935)

Cuando el gobierno estadounidense pidió a Frank Capra que dirigiera el documental propagandístico 'Why We Fight', todos los implicados tenían claro que la razón era muy sencilla: Leni Riefenstahl había llevado la guerra al terreno del arte, de las ideas, de la psicología de las masas. 'El triunfo de la voluntad' es, nominalmente, un testimonio audiovisual del congreso del Partido Nazi de 1934. Hitler y Goebbels pusieron a disposición de la directora un despliegue técnico que sólo rivalizaba con las superproducciones de D.W. Griffith o Abel Gance, y Riefenstahl supo muy bien qué hacer con ello: una sinfonía geométrica y pavorosa de indiscutible belleza plástica, un impecable relato olímpico sobre el ascenso de un líder que ha pasado a la historia como un tratado de las posibilidades del medio cinematográfico para manipular conciencias, o para crear una folie à plusieurs al servicio del delirio, de la megalomanía, del horror.



La edad de oro (1930)

Cuando tu película acaba con un personaje del Marqués de Sade abandonando una orgía caracterizado como Jesucristo, es de prever que vas a tener problemas con cierto sector del público. Lo que Luis Buñuel quizá no pudo anticipar era que Charles de Noailles, noble francés que actuó como mecenas y productor de esta aventura surrealista, tuviera que viajar de urgencia a Roma poco después de su estreno. Se hablaba de excomunión, y eso que la tinta que la Ligue des Patriotes había arrojado sobre las pantallas que proyectaban la película aún no se había secado. Este grupo ultraderechista provocó altercados en cualquier local francés que se atreviera a mostrar al público esta obra maestra, lo que normalmente se traducía en disturbios y, en una ocasión, en el asalto vandálico a algunas piezas artísticas (de Dalí, Man Ray o Miró) que se exponían en lobby de la sala. Pero quizá Buñuel fue profecta en su tierra, ¿verdad? Bueno, un periódico español de la época describió su trabajo como "el acto de corrupción más repulsivo de nuestro tiempo", así que suponemos que no.



El exorcista (1973)

Digamos que los espectadores de principios de los setenta no tenían tanto callo en el cine de terror como los de ahora. Prueba #1: el hombre de San Francisco que, en mitad de la película de William Friedkin, se levantó, corrió hacia la pantalla y empezó a golpearla con todas sus fuerzas. Según declaró más adelante a la policía, estaba intentando matar al Demonio. No fue el único incidente que provocó quebraderos de cabeza a Warner durante el estreno de 'El exorcista', capaz de desatar una auténtica fiebre colectiva que no podrían pagar ni doscientas campañas de promoción. El propietario de un cine de Los Angeles se quejó de que sus empleados no tenían tiempo de limpiar los vómitos del suelo y los asientos entre sesión y sesión, en un flagrante caso de la vida imitando al arte. Por si las denuncias a la productora por parte de gente que afirmaba haber perdido el conocimiento o encontrarse psicológicamente alterada tras verla ni fueran suficientes, 'El exorcista' también fue acusada de utilizar insertos subliminales de naturaleza cien por cien satánica. Hay gente que no sabe disfrutar de una buena peli de terror.



Saló, o los 120 días de Sodoma (1975)

Algunas etiquetas de la película de Pier Paolo Pasolini en IMDb: violencia gráfica, tortura sexual, heces en cara, degradación, obsesión con el cuero, perversión, brutalidad, sexo adolescente, ejecución, instrumentos de tortura, vello púbico, mutilación, nihilismo, escupitajo, acuchillado en la frente, asfixia, suicidio, dolor, matricidio, histeria, obligado a desnudarse, quemado vivo, desfiguración, macabro, extirpación de un ojo, piano. La película perfecta para una primera cita sigue estando prohibida en muchos países a día de hoy, principalmente porque se cree que algunos de sus actores y actrices eran menores de edad durante el rodaje. También porque es una de las reflexiones más incómodas (no es un adjetivo usado a la ligera) y extremas sobre el acto de mirar que el gran arte nos ha ofrecido jamás.



Asesinos natos (1994)

La leyenda negra que acompaña a esta sátira de Oliver Stone es considerable. El guión original (firmado por Quentin Tarantino, aunque acabaría renegando después de que Stone encargara reescrituras sin su permiso) se basaba en historias reales de numerosas parejas de asesinos en serie norteamericanos, pero los medios de comunicación empezaron a apostar por un doble trasvase desde el principio, atribuyendo crímenes reales a la existencia de Mickey y Mallory al otro lado de la pantalla. Sobre todo, 'Asesinos natos' parece estar especialmente relacionada con las matanzas en colegios e institutos: Gran Bretaña retrasó su lanzamiento en VHS para no coincidir con la trágica masacre de Dunblane, mientras que las televisiones de todo el mundo repitieron sin cesar que los asesinos de Columbine eran fans de la película. ¿La ironía? Que la brocha gorda con la que Stone retrató la fascinación malsana de los medios con los asesinos en serie acabó quedando justificada.



Rocío (1980)

Siempre hay una primera vez para todo: este documental de Fernando Ruiz Vergara fue la primera película secuestrada por orden judicial tras aprobarse la actual Constitución, que eliminaba la censura previa de los tiempos franquistas. Ciertos elementos eclesiásticos y políticos tradicionales de Andalucía no vieron con buenos ojos el retrato que un activista recién llegado del exilio hacía de la romería de El Rocío, especialmente en lo que se refiere al pasado de algunos fundadores de hermandades rocieras. Pero el verdadero problema de 'Rocío' fue su visión laica y crítica de la romería, tan inadmisible para la (por utilizar una expresión de nuestros días) casta local que se alegó un delito de escarnio a la religión católica para prohibir su exhibición dentro y fuera de nuestras fronteras. El director llegó a recurrir la decisión judicial en el Supremo, pero finalmente acabó tan cansado por toda la polémica que decidió retirarse por completo del cine.



Salvaje (1953)

Hoy es considerada un clásico, pero en su momento se llegó a definir como el instrumento preciso que estaba empujando por el precipicio a la juventud norteamericana. El problema era, por supuesto, Brando, icono absoluto de un relevo generacional baby boomer (no exento de cierto halo de misticismo sexual) que se unía a Elvis, los bikinis y los cómics de terror de la EC en su intento por seducir y corromper mentes inocentes. La rebeldía juvenil de 'Salvaje' estaba inspirada en noticias sensacionalistas sobre asociaciones de moteros, así que se puede decir que fue un misil teledirigido contra el establishment bienpensante. Su influencia en el subgénero de "películas de moteros" fue clave, hasta el punto de que Kenneth Anger la utilizó como un referente fundamental de su 'Scorpio Rising'. Película que, por cierto, fue denunciada por obscenidad después de que el Partido Nazi Americano alegase que insultaba a su bandera. Pobrecitos.



Muñeco diabólico 3 (1991)

En un momento en que los medios empezaban a obsesionarse con la idea de que las películas y videojuegos violentos provocaban trastornos irreversibles en algunas mentes, el trágico asesinato de James Bulger pareció venir del mismísimo cielo. Durante el juicio, alguien dejó caer la idea de que el padre de uno de los autores (que tenían diez años de edad en aquel momento) había alquilado 'Muñeco diabólico 3' en vídeo, insinuando que todo se trataba de un intento por replicar una secuencia de la película que salió horriblemente mal. Pese a que la prueba se desestimó, gran parte de la opinión pública empezó a gestar la idea de películas asesinas, o fabricantes de asesinos en potencia al menos, lo que dio origen a una psicosis a gran escala durante la primera mitad de los noventa. La cosa alcanzó masa crítica cuando entró en escena el rol, pero durante unos años ni siquiera 'Bola de dragón' (acusada por periódicos de tirada nacional de fomentar pensamientos violentos, incluso satánicos, en los cerebros infantiles) estuvo a salvo.



Fuerzas ocultas (1943)

El subtítulo era 'Los misterios de la masonería, desvelados por primera vez en la pantalla', así que es fácil adivinar el argumento de este extraño mediometraje producido en la Francia de Vichy. Su director, Paul Riche, utilizó el seudónimo de Jean Mamy para rodar una virulenta denuncia de la masonería que, de hecho, ha estado alimentando fábulas conspiranoicas hasta nuestros días. Riche era un antiguo masón, así que los rituales que aparecen en 'Fuerzas ocultas' (filmados con una extenuante atención por el detalle) son considerados el mejor testimonio histórico que tenemos sobre los secretos a puerta cerrada de las logias. ¿A quién beneficiaba? A Alemania, por supuesto, que financió este taquillero ataque contra los enemigos de Vichy (masones, judíos y una amalgama de ambas fuerzas) a través de una delegación de su ministerio de propaganda. Tras la liberación de Francia, sus máximos responsables no fueron precisamente seleccionados para una medalla al valor: los afortunados fueron los que se libraron de la horca, destino final de Jean Mamy.



La última tentación de Cristo (1988)

Cuando Martin Scorsese le enseñó su película más teológica a su sacerdote local, su única queja fue que tenía demasiado Viernes Santo y muy poco Domingo de Pascua. Otros elementos del cristianismo, concretamente de la vertiente fundamentalista, fueron algo más críticos. Por ejemplo, los que lanzaron bombas en un cine de Francia, hiriendo gravemente a algunos espectadores. Los estudios Universal tuvieron manifestantes a sus puertas durante semanas: se habían leído el libro (algunos) y sabían que Scorsese había decidido conservar un breve interludio onírico en el que Jesús se imagina descendiendo de la cruz, casándose con María Magdalena y viviendo una vida mortal hasta la vejez. Ni siquiera un texto inicial que advertía de las licencias que 'La última tentación de Cristo' se tomaba con los evangelios pareció contentarles. Décadas más tarde, Mel Gibson vivió un via crucis parecido con 'La Pasión de Cristo', aunque aquí el principal caballo de batalla tenía más que ver con protestas por antisemitismo.



Garganta profunda (1972)

Un momento, ¿y si hacemos una porno con argumento, personajes y valores de producción? La California de principios de los setenta era una gran pregunta esperando con ansias la respuesta, que llegó a manos del director Gerard Damiano y la actriz Linda Lovelace. 'Garganta profunda' elevó el género hasta cotas completamente impensables durante la década anterior, lanzando ella solita la Edad de Oro del porno: de repente, ya no era una actividad solitaria para gente con gabardina y un interés realmente sólido por que nadie supiera lo que estaban haciendo, sino que pasó a ser considerado como algo directamente chic. El problema fue que muchas comunidades estadounidenses no lo vieron como una experiencia liberadora, sino como un terremoto obsceno que ponía en peligro las mismas bases morales del país. Un juez en concreto la definió como "un nadir de decadencia", lo que suponemos que es una buena frase promocional.



El odio (1995)

Mathieu Kassovitz localizó y se enfuchó a sí mismo a las corrientes de odio incontaminado que recorrían (y siguen recorriendo) las banlieues de París, afectando especialmente a los jóvenes desamparados... y muy, muy cabreados con todas las formas de autoridad que los han convertido en parias sociales. Se trata de una de las películas urbanas más importantes de todos los tiempos, pero el material que trata no podría ser más sensibles: realismo social a flor de piel, exploración de las heridas psicosociales de un estado de alarma permanente y un fuerte sentimiento antipolicial la convirtieron en tema de conversación sensible dentro en la sociedad francesa. El revuelo llegó hasta el primer ministro de la época, Alain Juppé, quien pidió un pase privado (¡y obligatorio!) para su todo su gabinete.



A Serbian Film (2010)

Su pase en Sitges acabó con la noticia de que Ángel Sala, director del festival, había sido imputado por permitir la exhibición de una película que, según una denuncia presentada a la Fiscalía de Cataluña, incluía escenas de sexo con menores. En realidad, se trataba de una metáfora extrema (como todo en 'A Serbian Film') sobre la Serbia contemporánea: se la podría acusar de obvia, pero en ningún caso se utilizó a menores durante el rodaje. Se trataba, en realidad, de un muñeco de látex... La polémica suscitó un interés inusitado por la película y, por suerte, la causa contra Sala acabó siendo archivada, pero quedó como un recuerdo de que no hay un lugar donde esconderte cuando una película realmente peligrosa se cruza en tu camino. Pueden llevarte a juicio, provocarte reacciones incontrolables como espectador, ponerte en primera línea de fuego durante un ataque de odio o provocar una guerra mundial por culpa del sentido del humor de Kim Jong-un. ¡Mucho cuidado!
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