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El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Mar, 08 Nov 2016, 13:15
por luzbel
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A los que amamos la paz y no la guerra

El pasado año 2014 muchas revistas especializadas elaboraron dossiers sobre el cine y la I Guerra Mundial (en 2014 se cumplió el centenario del inicio de esa carnicería espantosa que duró hasta 1918). En estas no breves líneas voy a tratar de películas y directores que tuvieron algo importante que decir sobre la sangrienta contienda.

Abel Gance fue uno de los jóvenes cineastas que al término de la guerra intentaron levantar el cine francés. Sus primeros trabajos fueron películas melodramáticas y de propaganda patrocinadas por el Service Cinématographique de l’Armée, pero en 1919 realiza “Yo Acuso” (J’accuse, sonorizada en 1937), que es un alarde de originalidad cargado de tremendismo humanitario. Los muertos en la guerra se levantan de sus tumbas y caminan como zombies acusadores hacia los vivos y los culpables de la masacre en una escena sin parangón, realmente estremecedora y que no ha perdido eficacia alguna con el paso de los años. Es la primera obra maestra que plasma en las pantallas el horror de la barbarie. Gance fue un gran director y un osado inventor de formas en el cine silente (1).

En Estados Unidos, tras la victoria, aparecen toda una serie de películas en las que la guerra se transforma en un gran decorado de western y donde los buenos son los aliados y los malos los alemanes. Sobre la novela de Vicente Blasco Ibáñez, Rex Ingram rueda “Los cuatro jinestes del Apocalipsis” (The four horsemen of the Apocalypse, 1921), en el que aparece Rodolfo Valentino caracterizando al latin lover, el apasionado amante de la etérea Alice Terry esposa en la vida real del director Ingram. Se trata de una historia de amor con fondo de guerra en la que los alemanes son seres despreciables y todo se desarrolla con el patrioterismo típico de la época. No es una buena película aunque contenga la famosa secuencia del tango que se marcan los protagonistas. En 1962 el gran Vincente Minelli, en horas bajas, perpetró un remake que fue manipulado por la Metro. Tiene secuencias, sobre todo en el prólogo situado en Argentina, de un kitsch que roza el ridículo y resulta tan frustrada como su antecesora silente.

El primer intento de aproximación a la realidad no se realiza hasta 1925, en que el Cuerpo de Transmisiones del Ejercito estadounidense proporciona al gran King Vidor unos cien rollos de documental filmado durante la Primera Guerra Mundial para la realización de “El gran desfile (The big parade, 1925). Las secuencias del adiestramiento de la tropa, los batallones y camiones en marcha, el encuentro de los soldados, la partida hacia el frente, son emocionantes y verdaderas. Más que los movimientos de masa, Vidor intenta mostrar el lado individual de la guerra. Aunque es una visión desprovista de sentido crítico, abre sin embargo la puerto a la gran legión de films que a lo largo de la Historia del Cine intentarán una aproximación realista al tema de cualquier guerra.

Si bien en 1928 George Fitzmaurice filma “El gran combate” (Lilac time), lo que más abunda en Hollywood son las películas de amor que utilizan la guerra como contrapunto dramático; así ocurre en la maravillosa “El séptimo cielo” ((The seventh heaven, 1927) de Frank Borzage y en la menos fascinante “Desolación” (Havoc, 1925) de Roland V. Lee sobre la historia de dos amigos arruinados por una mujer. Raoul Walsh dirige “El precio de la gloria” (What Price glory, 19626), donde mezcla el alegato pacifista con las peripecias de un triángulo amoroso. Finalmente, en 1926, los hermanos Warner producen “El fresco de las trincheras” (The better hole) de Charles Reisner que jamás conseguí ver porque imagino debe estar perdida.

Antes que todos ellos, el seminal Daid Wark Griffith filma le espléndida “Corazones del mundo” (Hearts of the world) y, sobre todo, el genial Charles Chaplin rueda una bellísima obra maestra entre tantos panfletos de ocasión que no merecen citarse: “Armas al hombro” (Shoulder arms) donde el personaje tragicómico de Charlot encaja perfectamente con la desoladora realidad. Entusiasmado, este hombrecillo se alista voluntario, pero cuando se da cuenta de lo que le espera, intenta meter a otro en su lugar. Convertido en soldado, se fuga disfrazado de árbol y se sirve de las balas para encender cerillas. Ridiculiza al Kaiser y a Hindenburg y, en una secuencia inolvidable, desesperado de no recibir correspondencia, experimenta como suyo lo que puede leer por encima del hombro de un compañero e incluso llega a dormir en la trinchera inundada de agua. Una compleja visión de la realidad que va de la sátira más feroz a la ternura. Evidentemente solo al alcance de alguien como Chaplin. (continuará).

Re: El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Mar, 08 Nov 2016, 13:29
por mulito
Buenas amigo luzbel, te he borrado la "copia" que habias puesto en felicidades...ya que bien llegas tarde o te adelantas, segun el centenario que quieras celebrar :risita: :risita: :risita:

Se de alguien, cuyo sueño seria montar una videoteca sobre este tema y de la segunda...le va a venir bien para que se llene de datos por si se anima...

Re: El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Mié, 09 Nov 2016, 10:35
por luzbel
Capítulo II

En 1927 Léon Poirier intenta reunir el capital necesario para filmar un documental que podría quedar en los archivos históricos. Se trata de la evocación de la batalla de Verdun rodada en los mismos escenarios de la lucha: “Verdun” (Verdun, visions d’histoire), donde el realismo no nos evita la obligada ración de patriotismo y que a la postre resulta ser un film tan interesante como tedioso.

Los films de guerra dieron lugar a discusiones apasionadas. Este es el caso de “Dawn”, película británica realizada en 1927 por Herbert Wilcox. Sobre el tema del asesinato de miss Edith Cavell, el film tuvo ciertas dificultades de difusión, pues algunos sectores consideraron que atizaba el odio entre las naciones; para atenuar esta impresión, aparecía el soldado alemán negándose a formar parte del pelotón de fusilamiento, lo cual significaba ser también fusilado. La cinta fue por fin autorizada. Jamás he podido verla.

Quizá los testimonios más duros sobre esta guerra nos llegan del único país que no puede perder nada denunciando el nacionalismo: la Rusia bolchevique. Los dos grandes cineastas que siguen al genial Serguei Mijailovitch Eisenstein, Pudovkin y Dovjenko dan buen testimonio de ello.

Vsevolod Pudovkin – se tratará de él en exclusividad – en 1927 nos ofrece la extraordinaria “El fin de San Petersburgo” (Konietz Sankt-Peterburga), donde un obrero toma conciencia tanto ante la Guerra como ante la Revolución.

En 1929 aparece la aún más excepcional “Arsenal”, de Aleksandr Dovjenko, con un montaje brutal muy apropiado para el feroz argumento. Su desenlace propone una de las imágenes más sugestivas de todo el cine mudo. El revolucionario avanzando hacia la cámara, abriéndose la camisa y ofreciendo su pecho desnudo para ser fusilado. Más tarde, en 1939, el mismo Dovjenko realizará “Chtchors”, nombre del héroe de la revolución ucraniana. Esta película es la epopeya de un joven ejército revolucionario de Ucrania que al final de la Primera Guerra Mundial lucha al mismo tiempo contra el ejército del zar, el alemán y el polaco. Con inolvidables escenas, en el film aparece la figura del revolucionario ideal, en una terrible época – el estalinismo – en que la U.R.S.S. cultivaba con esmero el culto a la personalidad……del genocida Stalin.

Re: El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Jue, 10 Nov 2016, 11:06
por luzbel
Capítulo III

Con la aparición del sonoro las tendencias se inclinan del lado pacifista. En el mismo año 1930 aparecen dos versiones del tema antibelicista cuya única diferencia estriba en el punto de vista del respectivo país de origen. En la obra maestra – acaso el mejor film jamás rodado sobre la Gran Guerra – “Cuatro de Infantería” (Westfront 1918), de G.W. Pabst, se nos ofrece el punto de vista alemán partiendo de un ambiente muy concreto: el socialdemócrata (el gran director germano entonces se ubicaba políticamente en ese espacio, más tarde coquetearía con el nazismo). Sin intriga propiamente dicha, el film alemán se limita a contar episodios de la vida de cuatro camaradas de guerra de una sección de infantería que defiende su posición contra los fuertes ataques franceses. De tono documental y realista, se propone rehusar la visión nazi del honor y de la guerra, aunque su aspecto neutralista hizo que no fuera prohibido en Alemania. El realismo tiene una portentosa expresión en la secuencia inicial de la película – la cámara marchando paralela en traveling a la columna de la primera línea, como ejemplo culminante de movilidad concordada de la cámara y el elemento visual - para identificar a los personas. Sin desdeñar su perfección técnica “Cuatro de Infantería” resta tan impresionante como aterradora. El horror de la guerra en su máxima expresión en cine.

En Estados Unidos, Lewis Milestone realiza la conmovedora “Sin novedad en el frente” (All quiet on all the western front, 1930), cuya inevitable comparación con “Cuatro de Infantería” da notoria supremacía en todos los aspectos a la obra de Pabst. Lo que en éste es inteligencia y realismo, en Milestone degenera en sentimentalismo, esquematismo sicológico y efectismo tremendista. Hay que contemplarla como un melodrama en tiempos de guerra, y como tal queda espléndido. Su final, entre lo cursi y lo sublime, es ciertamente inolvidable.

Al año siguiente aparece en Alemania “Tierra de nadie” (Niemansland, 1931), del húngaro Vistor Trivas. Cinco soldados durante la primera Guerra Mundial quedan casualmente reunidos en tierra de nadie, recuerdan la vida de cada uno y están todos de acuerdo en condenar la decisión de los gobiernos que los llevaba a matar o morir. “Tierra de nadie” es una de las películas más progresistas de la época pre hitleriana. “El crucero” (Emden, 1932), de Louis Ralph, representa en cambio una clara exaltación militar, defensa de la tesis de que Alemania no fue derrotada militarmente sino traicionada por conjuras exteriores e interiores. Es un film difícil de ver – yo lo vi hace muchos años en la Cinematéque de Paris – y a día de hoy casi imposible de localizar-.

En este sentido aparece al año siguiente “Crepúsculo rojo” (Morgenrot), de Gustav Ucicky, exaltación heroica de la actividad submarina durante la Gran Guerra. Hitler asiste a su proyección, la izquierda anuncia su peligrosidad y en Holanda los comunistas logran su prohibición. En 1934, Hans Zoberlein realiza “Stosstrup 1917”, que intenta ser, sin conseguirlo, una contrapartida de “Cuatro de Infantería”. Interesa como expresión de un nuevo concepto, claro exponente de una mentalidad que se extiende y afianza: la justificación de la guerra como sacrificio necesario para la pervivencia nacional.

Re: El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Vie, 11 Nov 2016, 11:32
por luzbel
Capítulo IV

En Francia el tema bélico no reaparece hasta 1937, en que Jacques de Baroncelli realiza “Fuego” (Feu), y Marcel L’Herbier “Víspera de combate” (Veille d’armes) películas que exaltan la potencia de las armas francesas, mezclando el patriotismo con los dramas de alcoba

También en 1937, Jean Renoir, figura cumbre del cine francés de entreguerras, ofrece a una Europa al borde de la repetición de la catástrofe una visión distanciada del conflicto: “La gran ilusión” (La grande illusion). Premiado en Venecia, el film fue prohibido en Alemania e Italia, y en 1957 clasificado en Bruselas (Expo) entre los doce mejores de la historia del cine. El relato se sitúa en un campo de concentración alemán en el que entre 1916 y 1917 son internados varios oficiales franceses. Al estilo de las novelas caballerescas nos es presentada la guerra como un reto, como una medición de fuerzas entre la aristocracia del ejército. Los oficiales pueden permitirse el lujo de confraternizar entre ellos en una competición aséptica, en una guerra fruto de fenómenos naturales e inevitables.

Es, ciertamente, la visión lúcida de un sector humano intelectual con claras intenciones pacifistas basadas en un posible entendimiento entre los buenos alemanes y los buenos franceses. Sin poner en duda el innegable valor del film, su condición de obra maestra, hay que destacar su parcialismo, teniendo en cuenta las circunstancias en que se produce nos puede hacer pensar en una complicidad involuntaria. Extraordinaria la presencia del inmenso Erich Von Stroheim – que en sus gloriosos años de cineasta silente hubiese pergeñado un film bien distinto – en el mejor papel de la película: el noble Von Rauffenstein, comandante del campo de internamiento.

Leon Poirier presenta en 1938 “Soeurs d’armes”, y no puedo si no tachar de ingenua la declaración del director hecha a tan corta distancia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945): 1914 está lejos, la guerra ya no interesa a nadie”. Jamás pude ver este film, pero a tenor de las palabras de su realizador tampoco lo lamento demasiado.

Capítulo aparte constituyen las películas sobre la aviación. En 1927 Wiliam Wellman realiza “Alas” (Wings), que conquistaría el Oscar en 1928, y “La legión de los condenados” (The legion of the condamned). La primera es magnífica, la segunda no tanto. Howard Hughes y James Whale, aprovechando los aviadores que se habían concentrado alrededor de Hollywood, rueda en 1930 “Angeles del infiernmo” (Hells’angels). Howard Hawks realiza en 1930 “La escuadrilla del amanecer” (The dawn patrol). El tema llega hasta 1966, con las “Aguilas azules” (The blue Max), de John Guillemin, centrada también en la aviación de la primera Guerra Mundial.

En estas películas – la de Guillermin es decididamente mediocre – la muerte viene poetizada: no es lo mismo el soldado ennegrecido y desfigurado por la metralla que el avión que cae como un pajarillo herido y levanta una columna de humo al chocar contra el suelo. Ahí radica el engaño de estos films: establecen una leyenda dorada que da a la muerte una falsa belleza.

Re: El cine y la Primera Guerra Mundial I

Publicado: Sab, 12 Nov 2016, 10:54
por luzbel
Capítulo V
Despues de la guerra aparece “Le diable au corps” (1947), de Claude Autant-Lara, adaptación de la novela de Raymond Radiguet que despertó fuertes polémicas por su supuesta inmoralidad. El tema son las relaciones amorosas de un adolescente con la mujer de un combatiente, y se hace eco de la problemática de la generación que era muy joven en la Segunda Guerra. El film, con el protagonismo de Gerard Philippe y Micheline Presle, es excelente, a pesar de la injusta mala fama de su director.

En Checoslovaquia, Paolo Bielik realiza en 1958, “Styridsatstyri, película difícilmente localizable y que yo conseguí ver en la Cinémateque de Paris hace muchos años. Basada en un hecho real, el film trata del motín de un grupo de soldados eslovacos contra el militarismo austrohúngaro en el pueblo serbio de Kragujevac y se erige en un documento emocionante.

Llegamos a otra obra maestra, “La gran guerra” (La grande guerra, 1959), film realizado por el gran Mario Monicelli y León de Oro en el Festival de Venecia de 1960. Es una ridiculización del ejército italiano de la Primera Guerra Mundial que deviene en una medida y extraordinaria tragicomedia con una prodigiosa interpretación de Vittorio Gassman y Alberto Sordi.

La contradicción de la guerra aparece en toda su crudeza en el irónico personaje de Landrú, del que Claude Chabrol nos ofrece una interesante aunque frustrada versión cinematográfica. Lástima, porque esta película hace bueno el proverbio de “que si matas a un hombre serás un asesino, si matas a un millar serás un héroe”. Los crímenes de Landrú se vuelven ridículos en el contexto de 1914-1918, y el famoso asesino de mujeres no pasa de ser un modesto artesano ante la industria genocida de la Gran Guerra.

En 1964, Joseph Losey crea otra obra maestra en la durísima “King and country”, con interpretaciones rayanas en la perfección de Dirk Bogarde y Tom Courtenay, sobre la ejecución de un soldado para servir como ejemplo a sus compañeros. La gratuidad de la “justicia”, el sistema de clases en el ejército británico de la Primera Guerra Mundial, la crueldad que engendra la guerra en oficiales y soldados etc., constituyen un vasto panorama que ayuda a desentrañar esa barbarie organizada.

El mismo tema es tratado en la aclamadísima, justamente, y prohibidísima durante años “Senderos de gloria” (Paths of glory, 1959). La primera obra maestra del genial Stanley Kubrick. Despues de una misión fallida, un general, para desahogar su propia ambición frustrada, manda fusilar a tres de sus soldados escogidos al azar. La condenación de la casta militar, del poder personal y de la gratuidad del mismo, otorga un valor universal y actualísimo al insoslayable film. Destaca también su penetración psicológica, apoyada en unos diálogos secos, exactos y expresivos. El virtuosismo técnico de Kubrick es un plus añadido. Inolvidables los travellings en las trincheras.

De 1967 es “L’Horizon”, de Jacques Rouffio, un film muy olvidado en el que el protagonista está muy lejos del héroe conquistador de “El gran desfile”. Jacques Perrin es un ser humano en evolución enfrentado a sus propias contradicciones: su incapacidad de rebelarse ante la movilización, su resignación consciente, el espíritu guerrero contagiado por el uniforme. Un hombre real que cambia con las circunstancias. Un film realmente amplio y sugerente, que pasa del problema individual a consideraciones mucho más vastas, como la contribución de la Gran Guerra a la emancipación de la mujer – aquí la película es tramposa - , a la lucidez como arma fundamental para solucionar problemas como la guerra organizada en los que desempeña tan importante papel la estupidez humana. Un film más bienintencionado que logrado.