Burt Lancaster
Publicado: Lun, 26 Dic 2016, 12:13
Burt Lancaster
Don Fabrizio de Salina
En unas imágenes que guardo en un viejo VHS tengo grabado el funeral de Luchino Visconti. Portado a hombros de Michelangelo Antonioni, Francesco Rosi, Enrico Berlinguer (Secretario General del P.C.I.) y Pietro Ingrao (viejo camarada del conde de Modrone que, como el ilustre cineasta, había sido partisano y combatido a nazis y fascistas), el ataúd es saludado en una pequeña plaza de Milan con un sinfín de banderas rojas, puños en alto y los cantos de la Internacional, Bandiera rossa y el Bella Ciao. En un rincón apartado de la multitud la entrevistadora se acerca a Burt Lancaster que, ocultos los ojos bajos unas grandes gafas negras, solloza desconsoladamente. La ragazza le pregunta: ¿oh, mr Lancaster, casi no le había visto, qué le sucede?, a lo que el atribulado actor responde con gran esfuerzo: “ha muerto, el más grande maestro, yo, yo ya sé que estoy en la Historia del Cine gracias a él, yo he sido el príncipe de Salina”. En efecto, si Burt Lancaster perdura para siempre en nuestra memoria será por su inesperada e insuperable interpretación de don Fabrizio de Salina en “El gatopardo”, una de las obras cumbre que ha dado el cine. Yo no diré que la mejor, pero sí la película que más me ha gustado en mi vida. Visconti no quería a Lancaster sino a Marlon Brando o Laurence Olivier, ambos tenían compromisos y la Fox le ofreció a Lancaster. Nadie podría imaginar que el antiguo acróbata podía interpretar a un príncipe italiano. Luchino Visconti obró el milagro y Burt Lancaster llevó a cabo la interpretación de su vida en el papel de su vida. Años despues, director y actor repetirían en “Confidencias” y el resultado volvió a ser excepcional.
Tanto en Hollywood como en Europa, Burt Lancaster intentó en su madurez como actor, buscar papeles difíciles y mostrar más interés en ser un gran profesional que una estrella en el sentido convencional de la palabra. Burt Lancaster fue el gimnasta convertido primero en estrella de cine y luego en actor serio y de prestigio. Pensemos, por ejemplo en las divertidas aventuras de “El temible burlón” (The crimson pirate, Robert Siodmak 1952) o de “El halcón y la flecha” (The flame and the arrow, Jacques Tourneur, 1950) y……en el fogoso predicador de “El fuego y la palabra” (Elmer Gantry, 1960), excelente film de Richard Brooks qué le valió su Oscar. A partir de entonces, el actor se esforzó por conseguir papeles cada vez más exigentes, aunque fuese en películas sin gancho comercial. Además del genial Luchino Visconti, en Italia intervendría brevemente en la monumental “Novecento” (1976, Bernardo Bertolucci).
Nacido en 1913, en un barrio pobre de Nueva York, él y su amigo Nick Cravat descubrieron su habilidad en la gimnasia y se convirtieron en artistas de circo durante la década de los 30. No fue hasta 1946 cuando Hollywood le llamó; y fue nada menos que para la obra maestra del cine negro “Forajidos” (The killers, Robert Siodmak ) formando pareja con otra recién llegada de esplendorosa belleza, Ava Gardner mi diosa del cine. Luego vinieron las notables “Brute forcé” (1947, Jules Dassin), “El abrazo de la muerte” (Criss cross, 1949 Robert Siodmak). No importaba demasiado si Lancaster era capaz de interpretar a los antihéroes del cine negro. Su aspecto rudo y viril bastaba aunque, obviamente, en estos menesteres jamás fue “Bogie”. Luego se convirtió en productor junto a su agente Harold Hecht, pero “Sangre en las manos” (1948) resultó poco convincente. Mejor, aunque irregular, el western “Veracruz” (1954, Robert Aldrich) junto a Gary Cooper y ¡¡Sara Montiel!! (1) y otra vez magnífico en “Los profesionales” (1966, Richard Brooks) la película que relanzaría su carrera.
En la estimable “Apache” (1954, Robert Aldrich) interpretó a un indio enfrentado en solitario al ejército, en la fallida “Los que no perdonan” (1960, John Huston) a un ranchero empeñado en demostrar que su hermana, Audrey Hepburn, no era india y en la mediocre “Que viene Valdez” (1971) a un improbable justiciero …..mexicano. Pocos films más fueron destacables en su irregular carrera. En el potente y patriotero melodrama “De aquí a la eternidad” (Fred Zinemannn, 1953) fue superado por Montgomery Clift, en “Chantaje en Broadway” (Alaexander Mackendrick, 1957) apareció demasiado rígido en su papel de malvado periodista incestuoso, ni tampoco destacó en la estupenda “Siete días de mayo” (1964, John Frankenheimer) o las olvidables “Acción ejecutiva” (1973) o ¡¡Alerta misiles!! (1977, otra vez con Robert Aldrich). Sobresaliente en “El hombre de Alcatraz” (1962, John Franmkeimer, su segundo director de cabecera), pasable en “Mesas separadas” (1958, Delbert Mann), aplastado por la Magnani en “La rosa tatuada” y manteniendo el tipo, tan solo eso, frente a los portentosos Tracy y Clift de la extraordinaria “Vencedores o vencidos” (1961, Stanley Kramer). Odió protagonizar “Aeropuerto” (1970) y se arriesgó en la interesante “El nadador” (Frank Perry, 1968). Terribles sus incursiones en la dirección: “El hombre de Kentucky” (1955) y “El hombre de medianoche” (1974).
Cuando parecía que su declive era ya irreversible, Burt Lancaster aun demostraría que podía ser un gran actor en un buen personaje, “Atlantic city” (Louis Malle, 1980) en la que encarna a un gánster en decadencia dejaba muy claro que Lancaster seguía siendo un actor de primera categoría. Fue un bello canto de cisne. Falleció en 1996.
Don Fabrizio de Salina
En unas imágenes que guardo en un viejo VHS tengo grabado el funeral de Luchino Visconti. Portado a hombros de Michelangelo Antonioni, Francesco Rosi, Enrico Berlinguer (Secretario General del P.C.I.) y Pietro Ingrao (viejo camarada del conde de Modrone que, como el ilustre cineasta, había sido partisano y combatido a nazis y fascistas), el ataúd es saludado en una pequeña plaza de Milan con un sinfín de banderas rojas, puños en alto y los cantos de la Internacional, Bandiera rossa y el Bella Ciao. En un rincón apartado de la multitud la entrevistadora se acerca a Burt Lancaster que, ocultos los ojos bajos unas grandes gafas negras, solloza desconsoladamente. La ragazza le pregunta: ¿oh, mr Lancaster, casi no le había visto, qué le sucede?, a lo que el atribulado actor responde con gran esfuerzo: “ha muerto, el más grande maestro, yo, yo ya sé que estoy en la Historia del Cine gracias a él, yo he sido el príncipe de Salina”. En efecto, si Burt Lancaster perdura para siempre en nuestra memoria será por su inesperada e insuperable interpretación de don Fabrizio de Salina en “El gatopardo”, una de las obras cumbre que ha dado el cine. Yo no diré que la mejor, pero sí la película que más me ha gustado en mi vida. Visconti no quería a Lancaster sino a Marlon Brando o Laurence Olivier, ambos tenían compromisos y la Fox le ofreció a Lancaster. Nadie podría imaginar que el antiguo acróbata podía interpretar a un príncipe italiano. Luchino Visconti obró el milagro y Burt Lancaster llevó a cabo la interpretación de su vida en el papel de su vida. Años despues, director y actor repetirían en “Confidencias” y el resultado volvió a ser excepcional.
Tanto en Hollywood como en Europa, Burt Lancaster intentó en su madurez como actor, buscar papeles difíciles y mostrar más interés en ser un gran profesional que una estrella en el sentido convencional de la palabra. Burt Lancaster fue el gimnasta convertido primero en estrella de cine y luego en actor serio y de prestigio. Pensemos, por ejemplo en las divertidas aventuras de “El temible burlón” (The crimson pirate, Robert Siodmak 1952) o de “El halcón y la flecha” (The flame and the arrow, Jacques Tourneur, 1950) y……en el fogoso predicador de “El fuego y la palabra” (Elmer Gantry, 1960), excelente film de Richard Brooks qué le valió su Oscar. A partir de entonces, el actor se esforzó por conseguir papeles cada vez más exigentes, aunque fuese en películas sin gancho comercial. Además del genial Luchino Visconti, en Italia intervendría brevemente en la monumental “Novecento” (1976, Bernardo Bertolucci).
Nacido en 1913, en un barrio pobre de Nueva York, él y su amigo Nick Cravat descubrieron su habilidad en la gimnasia y se convirtieron en artistas de circo durante la década de los 30. No fue hasta 1946 cuando Hollywood le llamó; y fue nada menos que para la obra maestra del cine negro “Forajidos” (The killers, Robert Siodmak ) formando pareja con otra recién llegada de esplendorosa belleza, Ava Gardner mi diosa del cine. Luego vinieron las notables “Brute forcé” (1947, Jules Dassin), “El abrazo de la muerte” (Criss cross, 1949 Robert Siodmak). No importaba demasiado si Lancaster era capaz de interpretar a los antihéroes del cine negro. Su aspecto rudo y viril bastaba aunque, obviamente, en estos menesteres jamás fue “Bogie”. Luego se convirtió en productor junto a su agente Harold Hecht, pero “Sangre en las manos” (1948) resultó poco convincente. Mejor, aunque irregular, el western “Veracruz” (1954, Robert Aldrich) junto a Gary Cooper y ¡¡Sara Montiel!! (1) y otra vez magnífico en “Los profesionales” (1966, Richard Brooks) la película que relanzaría su carrera.
En la estimable “Apache” (1954, Robert Aldrich) interpretó a un indio enfrentado en solitario al ejército, en la fallida “Los que no perdonan” (1960, John Huston) a un ranchero empeñado en demostrar que su hermana, Audrey Hepburn, no era india y en la mediocre “Que viene Valdez” (1971) a un improbable justiciero …..mexicano. Pocos films más fueron destacables en su irregular carrera. En el potente y patriotero melodrama “De aquí a la eternidad” (Fred Zinemannn, 1953) fue superado por Montgomery Clift, en “Chantaje en Broadway” (Alaexander Mackendrick, 1957) apareció demasiado rígido en su papel de malvado periodista incestuoso, ni tampoco destacó en la estupenda “Siete días de mayo” (1964, John Frankenheimer) o las olvidables “Acción ejecutiva” (1973) o ¡¡Alerta misiles!! (1977, otra vez con Robert Aldrich). Sobresaliente en “El hombre de Alcatraz” (1962, John Franmkeimer, su segundo director de cabecera), pasable en “Mesas separadas” (1958, Delbert Mann), aplastado por la Magnani en “La rosa tatuada” y manteniendo el tipo, tan solo eso, frente a los portentosos Tracy y Clift de la extraordinaria “Vencedores o vencidos” (1961, Stanley Kramer). Odió protagonizar “Aeropuerto” (1970) y se arriesgó en la interesante “El nadador” (Frank Perry, 1968). Terribles sus incursiones en la dirección: “El hombre de Kentucky” (1955) y “El hombre de medianoche” (1974).
Cuando parecía que su declive era ya irreversible, Burt Lancaster aun demostraría que podía ser un gran actor en un buen personaje, “Atlantic city” (Louis Malle, 1980) en la que encarna a un gánster en decadencia dejaba muy claro que Lancaster seguía siendo un actor de primera categoría. Fue un bello canto de cisne. Falleció en 1996.