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Historia de la crítica cinematográfica española

Publicado: Lun, 09 Ene 2017, 11:10
por luzbel
Historia del crítica cinematográfica española.

Film Ideal 1

Durante los verdes años del nacional-catolicismo, solo había un profeta cuya voz era audible en los hogares españoles. El padre Venancio Marcos. El era el monopolio de la radio, el resto del clero hablaba desde los púlpitos y su voz formaba parte de una espesa capa que envolvía las entendederas de este pueblo. Cierto que esas voces celestiales se hallaban acompañadas de otros gritos procedentes de gargantas por todos los de mi edad bien conocidas. Pero a finales de los cincuenta el aspecto externo clerical se modificó. No se tronaba desde un infierno de llamas políticas. Una cierta civilización estaba llegando, al menos en sus signos externos. Y apareció una generación de curas que, en vez de nuevos Ripaldas de rostro desconocido y escritos oscuros, daría parlantes de televisión y comentaristas de muy dispares temas en libros y revistas. Era la primera ola “juvenilista” y de “rostro humano” que iba a producir la Iglesia española y que duraría toda la década de los sesenta. Al conjuro de la frase de Pío XII según la cual la misión del cine es “convertir un rayo de luz en un rayo de Dios”, surgió un repentino interés eclesiástico por el cine. Muchas fueron las causas para que ella sucediera. Unas de tipo meramente práctico, como el tratar de conseguir una mayor presencia en la sociedad española dado que el cine era la principal diversión del españolito medio, otras de carácter explicativo cuando no de recuperación oportunista.

Los movimientos que más influencia habían tenido en el cine mundial desde hacía diez años eran fácilmente interpretables, o más exactamente manipulables por la clase dirigente de un país en el que la inteligencia o era directriz bajo la bandera impuesta o carne de cañón bajo la proscrita. Eran años en los que el neorrealismo italiano o el cine de falsos valores humanos que generó el maccarthysmo americano unido al cine poético francés o al humor británico, presentaron un panel sobre el que cualquier avispado crítico de la ideología oficial podía edificar más teorías que el mismísimo Eisenstein. Se podía arrimar la ascua a la sardina con toda facilidad porque los asideros procedían de un cine sentimental y ambiguo, producido en sus países de origen en unas condiciones en las que desde luego la libertad no era el denominador común precisamente. Todo ello propiciaba una tentación que aquella Iglesia no iba a superar: la explicación a su modo y manera. Para el cine no-español que se estrenaba a partir de 1955 había que encontrar los intérpretes oficiales que desmenuzaran ante un público de nula cultura cinematográfica las raíces cristianas del neorrealismo, el inane entretenimiento del british humour, la “charme” del Paris de los vagabundos y la defensa del mundo occidental que suponía el cine presuntamente “comprometido” que llegaba de U.S.A.

Y así surgió Film Ideal, que por aquellos años estaba comandado por aguerridos nuevos curas – Sobrino, Landáburu – y seglares de rancia estirpe en Acción Católica – Pérez Lozano -, amén de otros de ignota procedencia, pero de nítida evolución: Martialay o el exmilitar, Cobos o el aire puro de las prometedoras nuevas generaciones. Hasta 1960 Film Ideal se movió entre el moralismo de las hojas parroquiales y la estética que se propugnaba en los cinefórums. Su norte y guía parecían ser las hojas de calificación moral de espectáculos de la Iglesia, pero sirvió para anunciar una presencia cinematográfica de mayor peso específico que las gacetillas al uso: Primer Plano y el entonces muy mediocre Fotogramas.