BETTE DAVIS, NACIDA PARA EL MAL
“Cuanto más mala es ella, mejores películas hacemos” (Wiliam Wyler)
“Qué idiota fui viniendo a Hollywood, donde las piernas son más importantes que el talento” (Bette Davis en San Sebastián).
Bette Davis llegó a Hollywood en 1930, tras una irrelevante experiencia teatral. No era buen momento para ella, aunque no era fea no encajaba en absoluto en el molde por el que los estudios y el público juzgaban la belleza de las actrices. Tras rodar una larga serie de películas mediocres, la mayoría para la Universal, fue insólitamente reclamada por La Warner, donde siguió haciendo películas mediocres pero esta vez el público y la crítica comenzaron a fijarse en ella. Tambien sus peleas con los directores, que llegaron a ser legendarias y en las que solía tener razón. Su primer éxito fue “Cautivo del deseo” (Of human bondage, John Cromwell 1934 según la novela Somerset Maugham) que fue un film RKO en el que formó contrastada pareja con el exquisito británico Leslie Howard. La Davis estuvo excesiva pero, al mismo tiempo, eficaz y valiente. Se había atrevido a salir con un aspecto terrible y a resultar dura y antipática. No fue nominada al Oscar, que lo obtendría al año siguiente con “Dangerous”, una película rematadamente mala e incluso poco vista.
Luego vendría “El bosque petrificado” (Archie Mayo), donde no fue mala sino buena ofreciendo una interpretación sencilla y contenida nada menos que junto a Bogart y, otra vez, Leslie Howard. Empezó a ser popular y a mostrar su fuerte carácter. Rechazó varios guiones y se llegó a crear un pleito Davis/Warner, y aun perdiendo en los tribunales a la larga salió ganando. “Marked woman” (1938) fue un éxito….. y entonces llegó William Wyler. Este gran director de origen alsaciano formó un dúo maravilloso con Bette y hasta se enamoraron; nunca llegarían a casarse porque fue un auténtico choque de trenes entre dos personas irreductibles. En el que denomino “melodrama de actrices”, dedico un párrafo aparte a esta portentosa experiencia cinematográfica. Lo reproduzco.
"Bette Davis protagonizó historias llenas de ruido y de furia, en las que las razones sentimentales no estaban en juego para producir la congoja o la compasión del espectador, sino, para asumir sobre ella y trasladar al público, una visión de un enervante universo en el que la ceguera pasional y la voluntad de acción constituían el leit-motiv del personaje. Por primera vez en el melodrama sonoro la hembra dejaba de tener el carácter pasivo, receptor de desgracias, que había sido la nota dominante desde Lilian Gish. Los films románticos, con historias enloquecidas, fueron posteriores o contemporáneos a los de la época dorada de Bette Davis. Había surgido una mujer dominante que hacía girar todo alrededor de sí misma y que utilizaba las ¿razones? sentimentales en provecho de su interés y ambición. Bette Davis compraba el mundo con el sentimiento y así el entrelazado de pasiones que dieron vida a sus películas no fueron, como en las actrices del cine mudo, principio y fin de la obra, sino moneda de cambio en la dominación de un planeta muy peligroso que aceptaba como el hecho más natural que las armas de combate de miss Davis fueran tan “espirituales”.
El melodrama de Bette Davis pudo obtenerse por evolución de géneros, cinematográficos o no, anteriores. Puede hablarse de la novela gótica, de la novela-río (frecuentemente poblada de criaturas a lo Bette Davis, con rasgos heredados de generación en generación)), pero la composición-tipo final de su personaje vio la luz únicamente en las pantallas. Directores como Goulding y, sobre todo, el excepcional William Wyler pulieron un ser tan vivo como terrible, tierno y misterioso, al borde del crimen o del sacrificio. Bette Davis, plena de gestos duros, escondía tras unos rasgos inolvidables un paradigma de amor, avaricia, astucia y egoísmo. Bette Davis y William Wyler se amaron dentro y fuera de la pantalla y dejaron, como testimonio fílmico de ese amor, dos obras maestras – al menos – imperecederas: “La carta” (1940) y “La loba” (1941),basadas en piezas teatrales de Somerset Maugham y Lilian Hellman. Las dos arrancan con el delito, las dos finalizan con el castigo. Se habían juntado por primera vez en la avasalladora “Jezabel” (1938).
A partir de 1946, la Davis tuvo problemas para encontrar papeles adecuados y su popularidad empezó a descender, hasta el extremo que pidió, y obtuvo, del magnate Jack Warner que la dejara libre de su contrato. Había sido la única mujer presidenta del American Film Institute que la proclamó la mejor actriz americana…..despues de Katharine Hepburn. No estoy muy de acuerdo. Bette Davis fue/es la más grande actriz dramática de la Historia de Hollywood y no surgiría otra como ella hasta Meryl Streep. Fue nominada al Oscar diez veces, lo consiguió dos -“Dangerous” y “Jezabel” – muy bien, pero en las que lo mereció sin atisbo de duda (para mí) fueron “La carta”, “La loba” y “Eva al desnudo”. Nunca estuvo mejor que en esta obra maestra insoslayable del sobresaliente Joseph L. Manckiewicz. , pero esta grandiosa obra no relanzó su carrera.
Llegó a poner un anuncio, a ver si había suerte, en los periódicos ofreciéndose como “actriz con experiencia”. Frank Capra en “Un gánster para un milagro” (1961) le dio el papel de Annie “Manzanas” que no era muy apropiado para ella. No le hizo revivir su pasada gloria, marchó a Italia donde, aunque doblada, brilló en dos excelentes películas: “La noia” (1963, Damiano Damiani) y “Sembrando ilusiones” (Lo scopone científico, Luigi Comencini 1971). Era ya un mito y una actriz de reparto, cuando el gran guiñol de Robert Aldrich “¿Qué fue de Baby Jane” (1962) le proporcionó su último éxito de crítica y público. En ella, se enfrentaba y aplastaba a otra grande en horas bajas: Joan Crawford. La jugada salió peor en “Canción de cuna para un cadáver” (1964) en la ella era la buena y Olivia de Havilland la mala.
El resto no es una fábula alegre. Se casó cuatro veces y se divorció otras tres. En 1989, con 80 años y muy enferma de cáncer fue invitada por Diego Galán al Festival de San Sebastián. Su presencia deslumbró, los aplausos fueron atronadores y ella, delgadísima, no dejó de fumar ni de mirar con esos inquietantes ojos que la caracterizaron. Probablemente, fue su última gran interpretación y demostró que seguía siendo genio y figura. De las tres o cuatro (¿o quizá la primera?) que legó Hollywood a la Historia del Cine.
Bette Davis nació en 1908 y murió en Paris en 1989, pocos meses despues de su cegadora luz en San Sebastián. Ella no precisa epitafio. Es totalmente inmortal.
“Cuanto más mala es ella, mejores películas hacemos” (Wiliam Wyler)
“Qué idiota fui viniendo a Hollywood, donde las piernas son más importantes que el talento” (Bette Davis en San Sebastián).
Bette Davis llegó a Hollywood en 1930, tras una irrelevante experiencia teatral. No era buen momento para ella, aunque no era fea no encajaba en absoluto en el molde por el que los estudios y el público juzgaban la belleza de las actrices. Tras rodar una larga serie de películas mediocres, la mayoría para la Universal, fue insólitamente reclamada por La Warner, donde siguió haciendo películas mediocres pero esta vez el público y la crítica comenzaron a fijarse en ella. Tambien sus peleas con los directores, que llegaron a ser legendarias y en las que solía tener razón. Su primer éxito fue “Cautivo del deseo” (Of human bondage, John Cromwell 1934 según la novela Somerset Maugham) que fue un film RKO en el que formó contrastada pareja con el exquisito británico Leslie Howard. La Davis estuvo excesiva pero, al mismo tiempo, eficaz y valiente. Se había atrevido a salir con un aspecto terrible y a resultar dura y antipática. No fue nominada al Oscar, que lo obtendría al año siguiente con “Dangerous”, una película rematadamente mala e incluso poco vista.
Luego vendría “El bosque petrificado” (Archie Mayo), donde no fue mala sino buena ofreciendo una interpretación sencilla y contenida nada menos que junto a Bogart y, otra vez, Leslie Howard. Empezó a ser popular y a mostrar su fuerte carácter. Rechazó varios guiones y se llegó a crear un pleito Davis/Warner, y aun perdiendo en los tribunales a la larga salió ganando. “Marked woman” (1938) fue un éxito….. y entonces llegó William Wyler. Este gran director de origen alsaciano formó un dúo maravilloso con Bette y hasta se enamoraron; nunca llegarían a casarse porque fue un auténtico choque de trenes entre dos personas irreductibles. En el que denomino “melodrama de actrices”, dedico un párrafo aparte a esta portentosa experiencia cinematográfica. Lo reproduzco.
"Bette Davis protagonizó historias llenas de ruido y de furia, en las que las razones sentimentales no estaban en juego para producir la congoja o la compasión del espectador, sino, para asumir sobre ella y trasladar al público, una visión de un enervante universo en el que la ceguera pasional y la voluntad de acción constituían el leit-motiv del personaje. Por primera vez en el melodrama sonoro la hembra dejaba de tener el carácter pasivo, receptor de desgracias, que había sido la nota dominante desde Lilian Gish. Los films románticos, con historias enloquecidas, fueron posteriores o contemporáneos a los de la época dorada de Bette Davis. Había surgido una mujer dominante que hacía girar todo alrededor de sí misma y que utilizaba las ¿razones? sentimentales en provecho de su interés y ambición. Bette Davis compraba el mundo con el sentimiento y así el entrelazado de pasiones que dieron vida a sus películas no fueron, como en las actrices del cine mudo, principio y fin de la obra, sino moneda de cambio en la dominación de un planeta muy peligroso que aceptaba como el hecho más natural que las armas de combate de miss Davis fueran tan “espirituales”.
El melodrama de Bette Davis pudo obtenerse por evolución de géneros, cinematográficos o no, anteriores. Puede hablarse de la novela gótica, de la novela-río (frecuentemente poblada de criaturas a lo Bette Davis, con rasgos heredados de generación en generación)), pero la composición-tipo final de su personaje vio la luz únicamente en las pantallas. Directores como Goulding y, sobre todo, el excepcional William Wyler pulieron un ser tan vivo como terrible, tierno y misterioso, al borde del crimen o del sacrificio. Bette Davis, plena de gestos duros, escondía tras unos rasgos inolvidables un paradigma de amor, avaricia, astucia y egoísmo. Bette Davis y William Wyler se amaron dentro y fuera de la pantalla y dejaron, como testimonio fílmico de ese amor, dos obras maestras – al menos – imperecederas: “La carta” (1940) y “La loba” (1941),basadas en piezas teatrales de Somerset Maugham y Lilian Hellman. Las dos arrancan con el delito, las dos finalizan con el castigo. Se habían juntado por primera vez en la avasalladora “Jezabel” (1938).
A partir de 1946, la Davis tuvo problemas para encontrar papeles adecuados y su popularidad empezó a descender, hasta el extremo que pidió, y obtuvo, del magnate Jack Warner que la dejara libre de su contrato. Había sido la única mujer presidenta del American Film Institute que la proclamó la mejor actriz americana…..despues de Katharine Hepburn. No estoy muy de acuerdo. Bette Davis fue/es la más grande actriz dramática de la Historia de Hollywood y no surgiría otra como ella hasta Meryl Streep. Fue nominada al Oscar diez veces, lo consiguió dos -“Dangerous” y “Jezabel” – muy bien, pero en las que lo mereció sin atisbo de duda (para mí) fueron “La carta”, “La loba” y “Eva al desnudo”. Nunca estuvo mejor que en esta obra maestra insoslayable del sobresaliente Joseph L. Manckiewicz. , pero esta grandiosa obra no relanzó su carrera.
Llegó a poner un anuncio, a ver si había suerte, en los periódicos ofreciéndose como “actriz con experiencia”. Frank Capra en “Un gánster para un milagro” (1961) le dio el papel de Annie “Manzanas” que no era muy apropiado para ella. No le hizo revivir su pasada gloria, marchó a Italia donde, aunque doblada, brilló en dos excelentes películas: “La noia” (1963, Damiano Damiani) y “Sembrando ilusiones” (Lo scopone científico, Luigi Comencini 1971). Era ya un mito y una actriz de reparto, cuando el gran guiñol de Robert Aldrich “¿Qué fue de Baby Jane” (1962) le proporcionó su último éxito de crítica y público. En ella, se enfrentaba y aplastaba a otra grande en horas bajas: Joan Crawford. La jugada salió peor en “Canción de cuna para un cadáver” (1964) en la ella era la buena y Olivia de Havilland la mala.
El resto no es una fábula alegre. Se casó cuatro veces y se divorció otras tres. En 1989, con 80 años y muy enferma de cáncer fue invitada por Diego Galán al Festival de San Sebastián. Su presencia deslumbró, los aplausos fueron atronadores y ella, delgadísima, no dejó de fumar ni de mirar con esos inquietantes ojos que la caracterizaron. Probablemente, fue su última gran interpretación y demostró que seguía siendo genio y figura. De las tres o cuatro (¿o quizá la primera?) que legó Hollywood a la Historia del Cine.
Bette Davis nació en 1908 y murió en Paris en 1989, pocos meses despues de su cegadora luz en San Sebastián. Ella no precisa epitafio. Es totalmente inmortal.
