
Humphrey Bogart
En cierta ocasión, a Bogart le invitaron a hablar en una ceremonia de Pascua en el Hollywood Bowl. Cuando llegó el momento de salir a escena, Bogart había desaparecido. Se le buscó por todas partes y se lo encontró en casa de un amigo que vivía en las cercanías, borracho como una cuba y oliendo como la camiseta de un pordiosero. Pero cuando llegó al Bowl recitó el Padrenuestro con tan emoción sublime que no quedó un ojo seco en el recinto. Cuando le felicitaron sólo dijo: "¿Dónde puedo vomitar?".

Mickey Rourke
El origen de la tendencia a la camorra de Mickey Rourke estaba en gran parte en el alcohol. Su árbol genealógico apestaba a licor, su padre había muerto alcoholizado a los cuarenta y nueve años y algunos de sus tíos también eran dipsómanos. Algunos dicen que Rourke no supo manejar su fama, que cuanto más subía más se autodestruía, y cuanto más se autodestruía más bebía. Su triste infancia tuvo mucho que ver con ello: "Por eso, en cuanto tuve un poco de éxito, se me fue la olla".

Ava Gardner
Ava fue una de las grandes diosas del cine, una visión que flotaba ante la cámara con gracia felina, derramando litros de encanto exótico, pero en privado era una depredadora sexual y una alcohólica, una hedonista que amaba la vida y la diversión, en dosis ingentes y sin freno, que hablaba como un camionero y que intoxicó de tantas hormonas a Frank Sinatra que éste amenazó con suicidarse. "Mis vicios y mis escándalos son más interesantes que cualquier cosa que puedan inventarse", dijo una vez, excitantemente. Y qué razón tenía.

Richard Burton
Pocos hombres han disfrutado más bebiendo alcohol que Richard Burton. Durante una escena del rodaje de 'El espía que surgió del frío', el actor galés tuvo que beberse un whisky de un golpe. Le dieron ginger ale, el brebaje que suele sustituir al whisky en el cine, pero el actor lo rechazó: sólo quería el producto original. La escena requirió cuarenta y siete tomas. "Imagínate, cariño", se jactó Burton ante un periodista años después, "cuarenta y siete whiskys".

Frank Sinatra
En los años sesenta, Sinatra había empezado a explotar su imagen de borrachín. Su alcoholismo era un secreto a voces, tanto que el periódico Washington Post le bautizó como 'El Barítono del Bourbon'. Cada vez que Frankie ofrecía una fiesta en su casa, se izaba una bandera con el logotipo de Jack Daniel’s. "No confío en nadie que no beba", dijo una vez Frank. "Porque algún problema tienen".

Russell Crowe
Las palabras ‘pelea’ y ‘bar’ se convirtieron en sinónimos de Crowe, y se ha dicho que una vez le arrancó a un hombre un trozo de cuello de un bocado y se lo escupió en la cara durante una bronca en una taberna de Sidney, o que en otra ocasión molió a palos a su propio guardaespaldas. Y luego está la vez en que provocó un altercado en un bar de Alberta diciendo que el hockey sobre hielo era un deporte para mariquitas. Tuvo que ser rescatado por la policía montada de Canadá.

Peter O'Toole
O’Toole se cogía unas cogorzas principescas con su amigo Peter Finch. Una vez hicieron un tour de tabernas irlandesas, pero el dueño de la última se negó a servirles porque ya había pasado la hora de cierre. Los dos actores decidieron que la única solución viable era comprar el pub, de manera que en ese mismo instante extendieron un talón por el local. A la mañana siguiente, cuando comprendieron lo que habían hecho, corrieron a la escena del crimen. Por suerte, el dueño aún no había ingresado el cheque.

Robert Shaw
Su problema con el alcohol provocó frecuentes tensiones durante el rodaje de 'Tiburón', sobre todo en las semanas que pasaron rodando en el mar, amontonados en un barco de dimensiones reducidas. Shaw aliviaba la tensión del mejor modo que sabía: con whisky, vodka y ginebra. Y en lugar de disculparse por su habitual estado de embriaguez, alardeaba de ello ante la prensa. "Bueno, todos tenemos métodos diferentes", decía, "pero yo tiendo a beber cuando estoy totalmente aburrido".

Dean Martin
A mediados de los años setenta empezó a tener graves problemas de salud. Bebía más que nunca; a veces, el zumo de naranja de la botella de whisky no era tal zumo. Cancelado su programa de televisión, periclitada su propuesta artística, empezó a desaparecer de la luz de los focos. Sólo fue el comienzo de la caída en barrena. Se enganchó al Percodan, un fuerte calmante que, sumado a su redoblado apego a la botella, lo tumbaba de tal manera que a su lado un cadáver parecía un polvorilla.

George C. Scott
Scott consumía un litro de vodka al día, rebajado con cerveza. Los bares eran "una parte muy necesaria de mi vida". Y en los bares, las peleas. Con su fama de duro siempre había alguien dispuesto a buscarle las cosquillas, y Scott dejaba que se las buscasen. Le destrozaron la nariz no menos de cinco veces. Durante los ensayos de 'Eso del matrimonio', Maureen Stapleton le confesó a Mike Nichols: "George me da tanto miedo que no sé qué hacer". A lo que el director contestó: "Querida, todo el mundo teme a George".

Richard Harris
Para Harris, lo bueno de beber era la fiesta, el hecho de hacerlo en comunidad, o ir solo a un bar y al final de la noche encontrarse rodeado de un ruidoso y nuevo grupo de amigos. "Hombres, no mujeres", puntualizaba el actor. "El del alcohol es un mundo de hombres". Durante años, el actor irlandés bebió dos botellas de vodka al día. Esto le sostenía hasta primeras horas de la tarde, momento en el cual abría una botella de coñac y otra de oporto y las mezclaba.

Lee Marvin
En cierta ocasión, Marvin volvió conduciendo a su casa después de otra noche de borrachera y diversión, pero al llegar comprobó que su llave no entraba en la puerta, por lo que empezó a aporrearla. Abrió una mujer desconocida. "¿Quién coño es usted?", le preguntó Lee. "Soy la señora Smith. Le compré esta casa hace tres meses, señor Marvin". "¿Y entonces dónde coño vivo yo?". La señora Smith desconocía este dato, y el actor durmió esa noche en su coche. Por la mañana, aleluya, había recuperado la memoria.

Spencer Tracy
Spencer se diferenciaba de otros borrachos de Hollywood como Errol Flynn o Lee Marvin en que él no bebía en sociedad; solía hacerlo solo. Además, se tomaba su trabajo muy en serio y actuando era un profesional irreprochable. Cuando estaba presente. Tracy era famoso por su tendencia a desaparecer en combate. Se perdía durante días, a veces semanas, se encerraba en algún hotel y bebía hasta secarse las neuronas, destrozaba la habitación y sólo entonces volvía al trabajo, para hacer una interpretación hipnótica.

Montgomery Clift
Nadie volvió a mencionar el fatídico accidente, ni él, ni sus amigos, que sabían que era un tema prohibido, pero las infinitas réplicas del terremoto no pudieron ser silenciadas. Lo que siguió ha sido descrito como el suicidio más largo de la historia del cine. Monty enfiló el camino de la autodestrucción y se fue destruyendo despacio, muy despacio, con la abulia de quien no tiene ganas de vivir y de quien, además de todos sus traumas, padece insoportables dolores físicos.

Trevor Howard
Una vez, un refinado actor del teatro británico se dejó caer por un bar de Nueva York, cuando de una mesa llena de gente salió una voz conocida. Al acercarse confirmó que se trataba de su amigo Trevor Howard, con los ojos enrojecidos y sin afeitar, rodeado de su corte de jóvenes actores norteamericanos. "Trevor, ¿pero qué haces? Mira qué pinta tienes. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?". Una sonrisa perversa se esparció por la cara de Howard. "¡Tres días!", gritó.

Rip Torn
Una noche, la policía acudió a investigar una alarma que estaba sonando en un banco de Salisbury. En el interior del local, los agentes encontraron a un Torn completamente bebido, tumbado de bruces y empuñando un revólver. No pretendía emular a Dillinger, no quería atracar el banco, no, en absoluto: simplemente, la embriagada estrella había confundido el banco con su propia casa. Incluso había dejado su sombrero y sus botas junto a la puerta. Y al comprobar que la llave no encajaba en la cerradura, había entrado por una ventana y nada más acceder al local se había caído redondo.