Sus padres se divorciaron y ella se llevó un disgusto tremendo. Claro, ese no es plato a gusto de nadie. Se entristeció y se deprimió bastante y un buen día, un "amigo" le regaló una dosis de droga. "Verás como te animas", le dijo. Se animó, naturalmente, por un rato, pero al pasar el efecto fue a buscar a su "amigo" y le pidió más. Y él le fue dando, y dando, y dando... durante poco más de un mes, hasta que Carmen estuvo ya bien "enganchada". Entonces la dejó de lado y fue a buscar otras víctimas, pero para ella ya no hubo salvación. Las drogas se llevaron a sus amigos, sus estudios, su salud, su alegría, su familia, sus ojos brillantes, su simpatía, sus ganas de vivir... hasta que se la llevaron a ella, completa y definitivamente. Murió antes de cumplir los 30.
Hace falta mucho, muchísimo valor para decir "NO". Pero vale la pena. Os lo digo por Carmen y porque vi en qué se convertía a medida que las drogas tomaban posesión de su cuerpo y de su voluntad, día a día, mes tras mes. Las drogas la mataron, pero antes que a ella mataron todo lo bueno que la vida le tenía reservado, hasta que ya casi no le quedó nada, ningún motivo para seguir viviendo.
Dedico esta canción, hermosa y terrible, de Ana Torroja, a la memoria de Carmen. ¿Quién sabe? Igual, si la hubiera oído (no sólo escuchado) a tiempo, yo aún podría oír su risa de campanillas en casa de mi vecina. Te echamos de menos, Carmen.