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Madres de cine
![]() ![]() ![]() Madres de cineStella Dallas (King Vidor, 1937)
Una madre lo sacrifica todo por sus hijos, incluso su propia vida, la renuncia a verlos y a estar a su lado… El final de este dramón como la copa de un pino, dirigido por un King Vidor que ya era experto en no caer en la gazmoñería para arrancar lágrimas de los espectadores, es uno de lo que hacen gastar kleenex hasta al más duro. Barbara Stanwyck es esa madre alocada, inconstante, con una única cosa segura: el amor hacia su hija y el deseo de que ésta sea feliz aunque ella tenga que quedarse fuera, bajo la lluvia que borra (o no) sus lágrimas. Las uvas de la ira (John Ford, 1940) La madre fordiana, la del opus del insigne John Ford, es uno de sus elementos más importantes y que más definen su cine. Como buen irlandés de raíces, Ford adoró e idolatró a la figura maternal en todas sus películas, e hizo de ellas el personaje en verdad fuerte, el que arrastraba y sacaba a delante a la familia, fueran mineros galeses (‘Qué verde era mi valle’) o los hijos de la depresión del crack del 29 lanzados a la carretera de la supervivencia. Jane Darwell (madre fordiana en varias ocasiones) es el faro, el puerto de ‘Las uvas de la ira’, y esa charla que mantiene con su hijo en la ficción (Henry Fonda) uno de los momentos más emotivos de la historia del séptimo arte. La madre (V. Pudovkin, 1926) Las revoluciones tienen rostros anónimos, rostros de dolor, de dignidad, de sufrimiento, de valentía… Uno de los rostros esenciales de la revolución soviética y de su cine es el de la protagonista/personaje de ‘La madre’, uno de los títulos esenciales de la historia del cine. En ella, en cómo mira, cómo refleja todos los pesares y en cómo sabe alzar la cabeza, ponerse al frente y tener claro que pese a la miseria y la pobreza, a los malos tratos, a las injusticias, y mantener esa actitud digna, inquebrantable e insobornable. Llena de amor incondicional también. Ella es la revolución. Ella es la URSS. Dos mujeres (Vittorio de Sica, 1960) Sofía Loren, antes de ser Sophia, ganó el oscar a la mejor actriz sin hablar inglés y en un film italiano, ‘Dos mujeres’. La maggiotata y sex symbol del cine de los años 50 lleno de pan, amor y otras cosas simpáticas, no dudó en dejar el maquillaje y la voluptuosidad en la cuneta y salir con la cara lavada en busca de pan, escaldada en el amor personal pero aferrada a él en la figura de su hija adolescente. Las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial en formato de drama materno-filial que volvería a rodarse (para la TV) con la propia Loren en el reparto. Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti, 1960) Aunque parece que Luchino Visconti quiera explicar esta historia de cómo la ciudad, la deshumanizada vida moderna en esas metrópolis, acaba por devorar la inocencia y el alma de los emigrantes que llegan a ellas para ganarse la vida huyendo de la miseria en el campo, en realidad está hablando de la madre como el verdadero y único referente que importa, el que siempre va a estar ahí, sea donde sea, aunque sus hijos sigan caminos separados y/o equivocados. Una madre coraje cuyos silencios estremecen más que sus palabras. Bellisima (Luchino Visconti, 1951) Casi una década antes de la madre Tierra de ‘Rocco y sus hermanos’, Luchino Visconti ya había hablado de esos vínculos entre hijas y madres en esta tragicómica peripecia donde Anna Magnani encarna a una mujer entregada y obsesionada en hacer de su pequeña hija una estrella del cine en la Italia hambrienta y miserable (sobre todo moralmente) de la posguerra. Esa suerte de mito que conocemos como “la madre del artista” llevado al neorrealismo crítico y de un patetismo que te agarra el corazón y te encoge el alma. Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000) Julia Roberts no ganó el oscar por ser una puta de buen corazón, no, que Hollywood es muy carca, sino por hacer de madre, de madre coraje, tocanarices, ecologista, soltera y con más pelotas que esos moteros que se la tratan de ligar mientras ella lucha contra el sistema (mediante acciones civiles) sin perder la sonrisa y la réplica un poco choni. Basada en hechos reales y personajes reales, esta Erin Brockovich acuña una nueva tipología maternal: la de programa de testimonios. Jennifer Lawrence ha recogido el testigo en ‘Joy’. Volver (Pedro Almodóvar, 2006) A raíz de la triste desaparición de Chus Lampreave se escribió sobre ella como esa segunda madre, en el cine, de Pedro Almodóvar y hay bastante de cierto en ello. La madre es muy importante en la obra de Almodóvar, en toda ella, sea por presencia o por ausencia. Esta última ‘Julieta’ es buen ejemplo de ello, o ‘Todo sobre mi madre’, claro. Sin embargo, puestos a elegir una solamente creo que la Carmen Maura de ‘Volver’ es de mis favoritas. Una madre fantasma, que como todos los buenos fantasmas siempre ha estado ahí, quieras o no, tengas cuentas pendientes sentimentales con ella o no Quédate a mi lado (Chris Columbus, 1998) Siempre he mantenido la teoría de que hay algo que es común en toda la obra de Chris Columbus: la muerte. El propio Columbus me los confirmó en una (maravillosa) charla que tuve con él hace casi un año con motivo de la presentación de ‘Pixels’. Y de muerte habla ‘Quédate a mi lado’, en apariencia un melodrama familiar con madres que se están yendo prematuramente y madrastras que no son tan malas como en los cuentos. O cómo Columbus es capaz de estar a la altura de Douglas Sirk sin que casi nadie se lo haya agradecido nunca. La fuerza del cariño (James L. Brooks, 1983) Dos madre en vez de una: una mayor que va a tener que recuperar la relación con su hija, y otra joven (esa misma de la relación a recuperar) que por uno de esos giros de los melodramas va a tener que empezar a atar cabios sueltos y dejar la agenda más repleta que la de Sarah Polley en ‘Mi vida sin mí’. Uno de esos éxitos ochenteros que estuvieron en los oscars (Jack Nicholson se llevó uno por hacer de Jack Nicholson) y que tuvo una secuela absolutamente innecesaria, por mucho que también adaptara una novela previa.
![]() ![]() ![]() Re: Madres de cineEstupendo como siempre pp4.
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